Revuelves
pon encima de la mesa, mientras me miras.
Juegas
como lo que eres, una niña.
Calibras
perfectamente hasta dónde puedes llegar.
De
reojo, a sabiendas de que te vigilo, tocas esto o lo otro.
Me
conoces y sabes que mis límites son infinitos.
Por
eso, abusas de mí, me rindes con tu mirada.
Cuando
quiero darme cuenta, ya lo has hecho otra vez.
Me
has vencido con esa sonrisa pilla con la que me derrito.
Ahora
devuelves las cosas a su sitio.
Me
avisas de que tú mandas
y yo
obedezco.
¡Quién
me lo iba a decir a mí!
Y
aún presumo de que conmigo no haces lo que quieres.
¡Qué
iluso soy!
¡Cómo
si los demás desconociesen
que
soy un títere bailando en tu presencia
al
son que tú tocas!.
Y,
a pesar de todo, yo no te consiento nada.
(Estáis
avisados todos: NADA)
Pero
tú sigues consintiéndome,
mientras
recibes mis abrazos de oso
y
mis besos de lobito bueno
a
cualquier hora del día.
No olviden la sonrisa, es imprescindible para los tiempos que corren.
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