Suele pasar. Cada vez más últimamente, por
desgracia para España y los españolitos de a pie. Ayer hubo una sesión en el
Congreso de los Diputados cuyo tema central trataba de la venta o no de armas o
barcos de guerra a Arabia Saudí, después del crimen abyecto que miembros de
este país perpetraron en Turquía contra un periodista crítico con su régimen político.
Pues bien, aparte de que los partidos
mayoritarios estaban todos por la labor de hacer caso omiso a romper los
tratados firmados o los que vengan en el futuro, amparándose en la disculpa o
la razón, allá cada cual con sus creencias, de que la pérdida de puestos de
trabajo es inasumible para España, el tema que deparó más atención fue ¿¿¿??? En realidad no se sabe bien qué, porque lo
que se pudo sentir en el Congreso fue
una especie de bufonada no apta para todos los públicos: uno llamando golpista
a un segundo, este segundo cortando todas las relaciones con el primero, un
tercero avisando de que podrían acabar ante un pelotón de fusilamiento, el
segundo del rifirrafe acusando a los demás de no tener escrúpulos, un cuarto,
emulando a la RAE, definiendo “sin escrúpulos” como la manera de comportarse del
segundo en liza, etc. Un espectáculo carente absolutamente de dignidad, impropio
de unos señores que se sientan en una Institución como esta y que da una idea
del nivel ético de muchos de los que nos representan.
Los que lograron soportar la sesión entera
delante de una televisión me imagino que, ante el intento de semejantes butades
cercanas a la insensatez y a la barbarie lingüística más ruin, o bien se
durmieron o bien se taparon los oídos para no oírlos ante el riesgo de sufrir
un ataque de iracundia contra los dispares representantes políticos que allí ocupan
escaño. No me extraña la sensación de vergüenza ajena que habrán tenido que
padecer al escuchar a unos oradores tan mezquinos, que, en teoría, son los que velan por nuestro
país, y las increpaciones entre ellos arrojándose todo tipo de armas verbales
como si fuese una riña de gatos callejeros en carnaval.
Y me figuro lo que habrán aguantado porque
yo, que sólo tuve ocasión de ver y escuchar cuatro o cinco cortes de esa
retransmisión, aunque varias veces, me deprimí hasta tal punto que, como llorar sirve de bien poco,
estallé en carcajadas de coraje al percibir que con aquellos personajes
estirados y serios que deberían dar ejemplo a los ciudadanos, con dosis de
respeto y de inteligencia que animasen a sus conciudadanos a hacer lo mismo, lo
único que les esperaba a los pobladores
de esta piel de toro era la ignorancia y la brutalidad verbal, lo peor que le
puede suceder a una sociedad que supone que estas instituciones democráticas
habrían de ser la cuna del entendimiento y de la búsqueda únicamente del
bienestar para sus gobernados, es decir, para todos nosotros.
Pero no, este Congreso se ha convertido en
una inmensa periferia, ajena a la sociedad, en la que conviven distintos clanes
cuasi mafiosos, cada uno defendiendo lo suyo e intentando acabar por los medios que sean con el de al
lado para obtener mayor poder y realce a nivel personal. ¿Los ciudadanos? Les importamos un cagajón de mula, excepto en
época de elecciones. Y como tampoco tenemos mucho donde elegir, así nos va y
así nos quieren.
No se quemen y hagan como yo, ríanse, que es bueno para la salud.
No se quemen y hagan como yo, ríanse, que es bueno para la salud.
Y lo peor es que cobran "no les pagamos" suculentos sueldos y primas por asistir a esos espeluznantes espectáculos.
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