Hoy,
de puntillas sobre la arena,
dorada
como la mies del verano
y húmeda
aún de los besos del mar,
dibujaste
un corazón gigante.
-“Es pa
Tito”- dijiste muy seria.
-“Hazme
ahora una foto, mami”
Clic,
clac.
-“Mándasela,
mami.”
Y
tu cara ahora pícara me miró
desde
la pantalla del móvil.
Te
imaginé allí, a la sombra
del
cabo de Peñas, junto a la mar,
cantando
Soi de Verdiciu
como
una sirenita surgida
de
lo más profundo del Cantábrico,
dispuesta
a alegrar la vida
de
un viejo gruñón
que
no te había acompañado
más
que nada por ser,
porque
lo sigue siendo,
un
poco holgazán,
un
vagoneta gastado,
como
me cuentas tú
todas
las mañanas,
entre
besos suavecitos
y
abrazos de oso.
Hoy,
de puntillas sobre la arena,
sigues
acordándote de mí
y, mientras mis entrañas acogen
tu corazón en el mío,
una
sonrisa aflora a mi cara
viéndote
cantar risueña,
sabiéndote
feliz.
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