Casi dos meses llevo sin escribir un solo
artículo sobre la situación política en que se halla España. Creí, iluso que
soy, que durante el verano, en concreto entre el mes de agosto y primeros de
septiembre, que a alguno de nuestros dirigentes algo se le calentaría la cabeza
como para alcanzar una forma de gobierno. Pero no. Después de unos meses,
seguimos como estábamos. O peor.
Allá a primeros de julio escribía y me
preguntaba si no podría volver a España el bipartidismo. Pues va a ser que sí.
Me figuro que es lo que están buscando desesperadamente tanto PSOE como PP,
unas nuevas elecciones que una a las huestes de derecha y de izquierda bajo las
siglas de estos partidos históricos y relegue a Podemos y a Ciudadanos a meros
comparsas; incluso a la desaparición casi completa de Vox. Y es que a ambos esa
idea les va bien. La fragmentación del voto los ha obligado a proferir
opiniones que muchas veces van más allá de sus propias convicciones debido a la
estrategia de los rivales políticos de su mismo signo. Y eso no les interesa. Prefieren,
creo, tener las ideas claras para saber contra quién tienen que arremeter. PSOE
contra PP y al revés, dejando de lado a los figurantes de turno. Y como lo
saben, por todos los medios buscarán unas nuevas elecciones donde queden más o
menos claras las opciones de la mayoría de los españoles.
Es una manera como otra cualquiera de hacer
política, aunque a los ciudadanos eso les mosquee un rato y crean que ninguno
de los líderes políticos nacionales está a la altura para gobernar España. Eso
a ellos no les importa, ya lo saben ustedes, lo de ellos son las poltronas,
tener bien lleno el comedero y predicar con sermones como si fuesen nuevos
mesías de la política.
¡Ay! Pero si está todo inventado desde hace muchos siglos: saber escuchar, saber dialogar y saber ceder unos y otros. ¿Cómo serán tan acémilas?
Da la impresión de que al frente de los partidos hay niños caprichosos, tercos, envidiosos y rencorosos, en vez de verdaderos hombres de estado capaces de presidir una nación como España. Y lo pagamos nosotros, por desgracia.
Da la impresión de que al frente de los partidos hay niños caprichosos, tercos, envidiosos y rencorosos, en vez de verdaderos hombres de estado capaces de presidir una nación como España. Y lo pagamos nosotros, por desgracia.
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