Su mirada vuela,
surca las nubes ensoñadora,
hacia ese mundo
mágico de la fantasía,
en el que los
alicornios con auténtico frenesí
despliegan sus
frágiles alas doradas,
los unicornios,
bellas quimeras, corren y saltan
ligeros como la
brisa, livianos como una pluma,
y las princesas no
necesitan, no, nunca jamás,
de príncipes
guerreros y valientes que las salven.
Ese mundo en el que
una niña retoza soñadora
y brilla con sus ojos
radiantes como una estrella,
juega, habla y
protagoniza mil hazañas
con los animales más
fabulosos imaginados,
con una mente abierta,
seductora y fascinante
capaz de forjar en un
inaudible suspiro
las más bellas
historias protagonizadas por ella,
heroína de gestas
inigualables en su universo soñado,
mientras de su cabeza
surgen andanzas nuevas cada día
e intrigas, peripecias
y correrías variopintas sin fin.
Y al alba, al recibir
el cielo los rayos ígneos del sol,
a la luz titilante y
feroz asomando tras la montaña
le dice la princesa
desde la torre más alta del castillo,
arrebujándose con los
ojos cerrados bajo la manta:
Por
favor, ahora no, Rey Sol, mejor ven mañana,
que
hoy he de recorrer mi reino y pintarlo de colores,
de
azul, rosa, amarillo, morado y verde esmeralda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario