En Líbano se desató el infierno al explosionar
varias toneladas de productos que asolaron, desde las instalaciones portuarias, la ciudad de Beirut.
Hasta ahora todo queda en el hecho en sí:
explosión y consecuencias. Pero las investigaciones, supongo, estarán centradas
en cómo ha podido suceder tal acontecimiento, cuáles han sido las causas. Había
nitrato de sodio y de amonio, ambos componentes idóneos para fabricar productos
explosivos de muchos tipos. Y fertilizantes, ya, ya. Pero el almacén no se
hallaba, según nos cuentan, custodiado por nadie. ¿Por qué? ¿Qué sucedería, qué
se sabría, para que no estuviese protegido un lugar así justo en el momento en
que todo voló por los aires? Alguno de los productos llevaba allí unos seis
años a pesar de conocer su posible uso.
Si nos fijamos en el enclave geográfico de
Líbano, nada se puede dar por seguro. Desde un atentado cometido por unos o por
otros, hasta la destrucción masiva de unos productos que podrían amenazar a cualquiera
de las potencias militares de la zona. En ese mundo que conocemos a cuentagotas
del Oriente Medio, donde las cosas nunca son lo que parecen, podríamos estar
hablando hoy de una catástrofe provocada por…¿?, con el consentimiento de …¿?,
dirigida a evitar la fabricación de bombas o cohetes que amenazasen determinados
lugares, según los grupos terroristas, incluso estados soberanos que alientan actos de esta naturaleza, que se
pudiesen ver involucrados en tamaña devastación.
Claro que a lo mejor todo fue originado por
una serie de imprevistos que se sucedieron de forma imprevisible dando lugar a
esta masacre. Un accidente, simple y llanamente. Aunque…
Como sea que aconteciese, hoy el mundo es
menos seguro. A saber qué habrá en cada puerto importante del mundo, en esos
grandes almacenes o en esos enormes contenedores, que nadie quiere descubrir.
Hasta que hace bum.
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