A Pablo Iglesias e Irene Montero los han
echado de Asturies mientras creían que podrían disfrutar de unas vacaciones
maravillosas en esta tierra tan especial. Pintadas y protestas que no les han
dejado más que dos días de asueto antes de tomar las de Villadiego.
Desde los partidos de izquierda se han
echado las manos a la cabeza porque es una desfachatez, por no decir algo peor,
lo que les están haciendo un día sí y otro también allí por donde pasan, y no
digamos en Galapagar. Incluso aducen en los alegatos en su favor que son padres
de tres niños pequeños y se merecen un respeto aunque solo sea por los
críos.
A mí personalmente me chocan estas defensas
tan decididas que van incluso a pedir a la fiscalía que intervenga o a que se
ha de actuar con más mano dura. La culpa como es lógico es de la ultraderecha.
Vale, no lo pongo en duda.
No obstante, permítanme recordar otros
muchos actos de acoso, a los que llamaban escraches, que hace años se
realizaban a las puertas de domicilios de miembros del PP, los cuales también
tenían hijos y todo eso que hoy se habla. Eran entonces los de extrema
izquierda. Por aquel entonces todo se resumía en tres palabras: libertad de
expresión.
Aún hoy, cuando a los Reyes, Felipe VI y doña Letizia, les hacen la puñeta en distintos lugares de España, enseguida
aparecen los defensores de la república, que no de la actual Constitución,
amparándose en esa misma libertad de expresión. Hasta en los juzgados les han
dado la razón a quienes protestan y a quienes incluso los insultan, aunque sean
representantes políticos, refugiándose en ese sagrado derecho que todos
tenemos.
¡Qué rápido cambian las tornas cuando la
libertad de expresión se vuelve contra uno! Entonces pedimos mano dura e
intervención de la fiscalía. Y si además están en el gobierno, miel sobre
hojuelas para despotricar y quejarse de comportamientos antidemocráticos. Pero
los del PP y los de los Reyes, no, qué cosas.
¡A ver si de una vez usamos las mismas
varas de medir para todos! Entre nuestros políticos, falta un poco de ese sentido común, ese que tanto piden a
los españoles en estos tiempos del covid, pero aplicado a la libertad de
expresión. No todo vale, ni lo de unos ni lo de otros. ¡Ay, si supiesen lo que significa respeto y libertad!
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