El hombre, soberbio,
creyente
absoluto en su poder,
con
ínfulas de tirano
capaz
de domeñar la Naturaleza,
exhibe
ufano sus logros
aciagos
y aberrantes.
Pero
a ti, personajillo siniestro,
creyente
absoluto en tu poder,
una
flor,
una
simple y menuda flor,
echa por tierra tu orgullo.
A ti, que te suponías un dios,
un
creador de paisajes yermos,
el
soplo nimio del tiempo
te
pone en tu lugar.
Una
dulce luz sobre el asfalto,
imagen
de tu decadencia
continua
y quimérica,
simboliza
tu fracaso
de
dominio y conquista.
¡Una
flor, sí.
una
sencilla flor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario