sábado, 28 de noviembre de 2015

DESAPARICIONES PRODIGIOSAS


¿A dónde han ido, qué ha pasado con ellos? Se han esfumado, como la vaporosa y ligera niebla de una mañana de verano. Ahora estoy, ahora ya no estoy. Aún sigue viva en mi memoria la imagen del niño Aylan Kurdi, de 3 años, aparecido muerto en una playa turca y que dio la vuelta al mundo desgarrando los sentimientos, el corazón, de millones de personas que creían que esas cosas sólo sucedían en las películas de serie Z. Es increíble el poder que tienen los estados y, por ende, algunos medios para desviar la atención hacia el yihadismo radical después de los atentados de París y la falta de memoria, el Alzheimer que les entró a la hora de seguir contando lo que sucedía con estos refugiados. ¡Como si una cosa eliminase ipso facto a la otra! Los miles y miles y miles de seres humanos sirios y demás (tan personas como nosotros, que últimamente nos creemos los dioses del mambo y los únicos humanos sobre la faz de la tierra), despojados de todo por culpa de una guerra en la que no tenían arte ni parte, que se realizaba y sigue haciéndose por los intereses políticos de determinadas potencias, que se agolpaban en las fronteras, en las estaciones, zancadilleados y vallados, golpeados y detenidos, que transitaban a la búsqueda de cualquier resquicio por el que colarse en busca de una vida mejor en esta Europa que se llama a sí misma occidental, solidaria, cristiana, progresista y defensora de unos valores que son el no va más de cualquier sociedad, de repente han desaparecido y nadie sabe cómo ha sido. Por arte de birlibirloque, como si de un embrujo fuese.  Seguro que andarán bajo las piedras, bajo los puentes, escondidos en bosques impenetrables o incluso bajo tierra cavando galerías en las que pasar desapercibidos al menos durante unos meses más, invisibles, hasta que el hambre y la desesperación los vuelva a hacer visibles y los estados de esta UE convoquen a sus ministros de Asuntos Exteriores o a sus Jefes de Estado o Presidentes de Gobierno para estudiar la situación y analizar el tiempo que les queda a esos desharrapados de vida. Tendrán que alargar la decisión de tal manera que, cuando llegado el momento de decidirse a darles asilo, queden los menos posibles. Cuantos más mueran por el camino o cuantos más den marcha atrás, mejor para todos- pensarán. Cuestión de tiempo.

Y, mientras, cientos de Aylan Kurdi seguirán muriendo, pero no ante las cámaras, nadie podrá verlo porque las imágenes serán tabú y contarlo podrá incluso ser calificado como un ejercicio absurdo de traición por lo que nadie querrá dar la cara. ¿O sí?

 

Buen fin de semana y aprovechen el más mínimo hecho para sonreír, a pesar de todo.

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