-Oye,
que lo de París fue la hostia, tío. Andan buscando como locos a otro par de terroristas
en Bruselas que pueden armar la de dios. Como no los cojan…¡joder!.- Aquel hombre se dirigía a su amigo, que tomaba una
cerveza tranquilamente apoyado en la barra de la cafetería La Gracia, en medio
de la villa, como si no hubiese otra cosa de qué hablar.
-Vamos
a ver, ¿qué es, que no te apetece charlar un poco del Madrid-Barça de ayer o
qué?- Quien le contestaba era un rapaz de unos treinta años que hojeaba el
periódico del día como si no hubiese otra cosa mejor que hacer.- Normal, eres
del Madrid. Con el 0-4 se puede charlar de todo menos de fútbol, eh.
-Déjate
de chorradas, chaval, qué fútbol ni qué nada, no ves que estamos en una guerra
total. Cualquier día nos ponen una bomba o entran por ahí- y señala la puerta
de la cafetería- con un par de metralletas de esas y nos cargan a todos. No sé, chaval, pero parece como si te
importara todo un pito. ¡Lee, lee, y entérate bien! En cualquier momento… ¡pum!,
a tomar pol culu.- Entre aspavientos más
o menos forzados y gestos iracundos que denotaban el total desprecio que le
producían los terroristas que habían originado el número de muertos en Francia o
los que podrían venir en cualquier lugar del mundo, el hombre se acodó en la
barra y le pidió a la camarera un café con leche, corto de café y con sacarina,
mientras solicitaba un par de magdalenas
para acompañarlo.
-¿Así
que en París, los muertos, eh, guaje? Tú
eres de los de Je suis París, I’ m Londres, Yo soy Madrid, I’m New York, de los
que canta el himno de La Marsellesa como si fuese lo más. ¡Anda, chaval,
piérdete! Aún seguía con los ojos clavados en algún tipo de artículo de la prensa
en el que, por lo visto, había encontrado algún tipo de comentario que le había
gustado o con el que se hallaba fuertemente en desacuerdo, porque no soltaba el
periódico ni para hablar con aquel conocido que echaba el sobrecito de sacarina
en el café con la mano derecha, mientras le quitaba el papel a una de las
magdalenas con la izquierda con el fin de mojarla y zampársela en un pispás. Supongo
que se queda muy bien pidiendo sacarina como si uno fuese especial para luego
joderla con el dulce de los bizcochitos.
-No
jodas, tío, que lo de Paris fue la re hostia. ¡Quién se iba a imaginar algo
así! Esos asesinos están como cabras. ¡Pero si no respetan ni su propia vida!-
La magdalena iba por la mitad y ya estaba echando mano a la otra con el fin de
desenvolverla rápidamente. No le iba a dar ni el beneplácito de un segundo de
espera. Se metió la segunda mitad de la primera y puso la segunda en prevengan
dispuesto a tragar lo que le quedaba en la boca y no perder tiempo con la
nueva, no vaya a ser que alguien con un kalashnikov se colara y le jodiera el
desayuno.
-¡Anda,
déjalo, desayuna tranquilo, no te quemes que no vas a poder hacer nada! Además Je suis Bamako, así que déjame leer la prensa
y no me des la lata a estas horas.
-¿Que
eres qué?
-Bamako.
¿No sabes que allí, otros tantos terroristas de esos que tú dices, se han
cargado a una veintena de personas? Eso está en África. ¿Lejos, eh? Claro que
no me extraña: los muertos, para que cuenten en nuestra sociedad, han de estar
más o menos cerca y ser un número grande, de lo contrario, ná de ná. No hay himno de Mali en los estadios de fútbol, nadie
llora a los muertos, no hay velas ni flores, la ONU no dice nada, no hay
bombardeos, etc, etc. Mira, mejor déjalo, y cuando quieras hablar de estas
cosas, hablamos, pero ahora estoy leyendo el último artículo de Monteserín y no
tengo ganas de despistarme. Más tarde, más.
Sigan distraídos y
felices, que la sonrisa no se les borre.
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