martes, 10 de noviembre de 2015

VIOLENCIA DE GÉNERO: CABREO


Esta vez ha tocado cerca, en Uviéu. Una nueva víctima de violencia contra la mujer. No sabemos las causas, pero es igual. Como si cualquiera de esas supuestas causas pudiese justificar la muerte de una persona. Y eso cabrea un montón a cualquier ciudadano que se precie de serlo. No existe ninguna razón para que esa violencia desmedida, incomprensible y sangrienta se desate contra nadie. Y solo hay un camino para frenar tales actos viles y abyectos: la educación. Sí, es verdad, acompañada de medidas que sean capaces  de prevenir esos hechos o de castigar estos asesinatos y, como estoy más que cabreado, de persuadir a determinados energúmenos con el cerebro descompuesto de que la abultada acumulación de rabia que vierten en segundos solo es posible gracias a que su mente ha fracasado en algo tan leal como es el diálogo con la otra parte y la comprensión por parte de uno mismo de que las situaciones, todas, tienen un fin, aunque ese fin sea la última parte de la vida, nuestra propia muerte. Así que hagamos campañas para que, cuando deseen hacer daño, o incluso matar a alguien, empiecen primero por sí mismos. La sociedad ganaría mucho y habría menos locos por las calles.

Ya lo sé, es un pensamiento aborrecible también el mío y pido perdón, pero lo de colgar lazos morados, los minutos de silencio, las manifestaciones y las declaraciones de políticos que se abrazan hipócritamente a sus palabras, a verborreas sin medidas prácticas ni leyes que protejan a estas mujeres, pues no va conmigo, dados los resultados vistos hasta ahora. De todo ello estamos hartos y aún siguen produciéndose estos crímenes execrables. Alguna otra cosa habrá que hacer, digo yo, porque no solo ha de estar presente la jornada contra la violencia de género el 25 de noviembre o los días en que nos despertamos con casos de nuevos homicidios para condenar a esos malnacidos, que el año tiene muchos más, tantos como trescientos sesenta y cinco o y seis, y todos hemos de luchar para que cada uno de ellos sea un día sin muertes.

 

Mientras, intenten ser felices, aunque sea cabreados, y colgar la sonrisa de los labios para decir al mundo que uno no es así.

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