Esta
vez ha tocado cerca, en Uviéu. Una nueva víctima de violencia contra la mujer. No
sabemos las causas, pero es igual. Como si cualquiera de esas supuestas causas
pudiese justificar la muerte de una persona. Y eso cabrea un montón a cualquier
ciudadano que se precie de serlo. No existe ninguna razón para que esa violencia
desmedida, incomprensible y sangrienta se desate contra nadie. Y solo hay un
camino para frenar tales actos viles y abyectos: la educación. Sí, es verdad,
acompañada de medidas que sean capaces de prevenir esos hechos o de castigar estos
asesinatos y, como estoy más que cabreado, de persuadir a determinados
energúmenos con el cerebro descompuesto de que la abultada acumulación de rabia
que vierten en segundos solo es posible gracias a que su mente ha fracasado en
algo tan leal como es el diálogo con la otra parte y la comprensión por parte
de uno mismo de que las situaciones, todas, tienen un fin, aunque ese fin sea
la última parte de la vida, nuestra propia muerte. Así que hagamos campañas
para que, cuando deseen hacer daño, o incluso matar a alguien, empiecen primero
por sí mismos. La sociedad ganaría mucho y habría menos locos por las calles.
Ya
lo sé, es un pensamiento aborrecible también el mío y pido perdón, pero lo de
colgar lazos morados, los minutos de silencio, las manifestaciones y las
declaraciones de políticos que se abrazan hipócritamente a sus palabras, a
verborreas sin medidas prácticas ni leyes que protejan a estas mujeres, pues no
va conmigo, dados los resultados vistos hasta ahora. De todo ello estamos
hartos y aún siguen produciéndose estos crímenes execrables. Alguna otra cosa
habrá que hacer, digo yo, porque no solo ha de estar presente la jornada contra
la violencia de género el 25 de noviembre o los días en que nos despertamos con
casos de nuevos homicidios para condenar a esos malnacidos, que el año tiene
muchos más, tantos como trescientos sesenta y cinco o y seis, y todos hemos de
luchar para que cada uno de ellos sea un día sin muertes.
Mientras,
intenten ser felices, aunque sea cabreados, y colgar la sonrisa de los labios
para decir al mundo que uno no es así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario