Hoy
lo decidirá un juez, pero mientras… ¡Venga guerras de banderas, banderolas,
enseñas, gallardetes y pendones de un color o del otro!
Hace
bastantes meses escribía yo que todo esto de los símbolos que se gastan en
países y comunidades no es nada más que marear la perdiz para hacer comulgar
con ruedas de molino a los habitantes de esos territorios. Muy bonitos,
apelando a los sentimientos patrióticos, pero que se saltan a la torera
nuestros mandamases y grandes fortunas “ejemplares” en cuanto les viene en
gana. Se los entregan a la gente a la ligera cuando se les manda a morir a una
guerra o a desfilar por las calles o en pabellones para reafirmarse en sus
ideas, pero de tal manera que esa misma gente que presume de ellos no se entere
de que desde arriba los están manejando a su antojo para conseguir
maquiavélicamente los gobernantes sus propios fines. Deben de pensar que
exhibirlos o esconderlos va a inflamar o limitar, a excepción de una minoría
vociferante y extremista, las opiniones de la gente, como si esta no fuese capaz de razonar por sí misma. El mero hecho de que una delegada
de gobierno de Madrid haya prohibido las esteladas en la final de la copa del
rey no es más que otra exhibición chunga de la incapacidad de una persona para
dirigir una administración así. A lo largo de los últimos años, me cansé de ver
en imágenes de televisión o bien personalmente a grupos de gente desfilando con
la bandera de España preconstitucional o la de la república, me da igual una
que otra, pero ambas ilegales si nos atenemos a lo que dice nuestra Constitución. Lo mismo pasó hace un
tiempo cuando desde los estamentos de algunos deportes prohibieron a los
jugadores que ganaban algún tipo de final europea o mundial llevar otra bandera
que no fuese la de España, como si añadir al festejo la de las Comunidades
fuese un acto repugnante e indigno. Estos radicalismos extremos por parte de
personas que nos dirigen no están apartados en absoluto de los radicales que
piensan lo contrario. Son tal para cual. La libertad para expresarse ante la
sociedad debería de ser uno de los artículos más respetados de nuestra Constitución,
pero vemos que no es así: hay casos y casos. Neonazis, republicanos,
franquistas, independentistas, nacionalistas, monárquicos, etc. deberían
guardar sus banderas en su propia cabeza, o enterrarlas, en vez de acusarse
entre sí como si el causante de todos los males fuesen los demás. Las banderas
no son más que trapos coloreados y punto. Que cada uno lleve la que quiera
dentro del respeto máximo a quienes lo rodean. Y eso también pasa por la
ausencia de insultos o de pitidos a cualquiera que no piense como ellos. Una
tela mejor o peor coloreada no debe enfadar a nadie, pero si es la excusa para
el insulto entonces sí. E igual me da un paño que otro. Y es que la libertad de
expresión no puede nunca estar reñida con la tolerancia y la consideración
hacia quien no piense como uno mismo. Que se dejen de tonterías y que entren
con las banderas que les apetezca, como si quieren hacerlo con la del País de
Nunca Jamás, si es que alguien la inventó, o con la de las tibias y la
calavera. Y que, por encime de todo, prime el fútbol y no este tipo de
zarandajas.
Disfruten
del fin de semana y no pierdan la sonrisa.
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