Durante
el último encuentro anual en el Círculo de Economía Política, Empresa y
Sociedad fue recibido hoy Pablo Iglesias. Preguntas por doquier y respuestas
más o menos convencionales y que no asusten mucho a la gente. En su intervención-charla,
tal vez, pero diluidas muy finamente para que se produjese una pequeña división
y no lo acusasen de muy radical o poco, según gustos y colores.
No
obstante, y lo acabo de ver y oír en un programa de televisión, la gran
pregunta lanzada por uno de esos socios del Círculo fue tajante para el tema
que nos ocupa: ¿Cree usted en Dios?
¡Anda
ya! Pablo Iglesias salió por donde buenamente pudo, aludiendo a la
espiritualidad y a las creencias de cada uno. No estuvo muy fino tampoco. Es
posible que reaccionase tardíamente, pero la pregunta, o más bien, la contra pregunta
podría haber sido si ese señor del Círculo creía en Jesucristo como hijo de
Dios. Seguramente podría haber acudido a las citas del Nuevo Testamento y
recordarle que, en una ocasión, Jesús le contestó a un ricachón de aquellos que
lo seguían y querían ser uno de sus discípulos que lo primero que debía de
hacer era repartir cuanto tuviese entre los pobres y luego acompañarle.
No
quiero ni imaginar la cara que le habría quedado al preguntón del Círculo ni a
todos sus compañeros. Bueno, mejor me lo imagino y me río de ellos a mandíbula
batiente.
Y
eso es la política económica para esa gente: ¿Cree usted en Dios? Ellos no, con
rotundidad. Y es que, a la vista de tal pregunta, sus creencias religiosas, al
menos, pienso que son un tanto peculiares. No sé a qué dios se habrá referido,
aunque lógicamente supongo que será el dios del dinero, que ese sí que lo
conocen.
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