miércoles, 7 de diciembre de 2016

DIFICULTADES PEATONALES. I


 

Me voy a permitir hoy, y no pido perdón por ello, reflejar en unas líneas dos obstáculos que impiden una correcta circulación de peatones por algunos lugares de Grau. Y no son precisamente de ayer, sino que ya llovió desde entonces, sin que nadie haya tomado cartas en el asunto ni se haya preocupado de resolverlos hasta la fecha. Y eso que uno, ya sea por la edad, comienza a tener si no más paciencia con las cosas sí a  verlas desde cierta distancia y darle tiempo al tiempo; no obstante, hay situaciones que acaban jorobando al más pintao, más que nada porque cree que la desidia o la ignorancia no son compatibles con el buen gobierno.

Desde hace ya varios meses, habitualmente llevo a mi nieta bien temprano, sobre las ocho, en el carricoche desde su casa hasta la Escuela Infantil de 0 a 3 años. Suelo hacer siempre el mismo recorrido: salgo por la Travesía de La Panerina, cruzo la Plaza del mismo nombre, subo por Eduardo Sierra hasta La Plaza de La Ferrería y continúo por el Bolao arriba hasta la rotonda de La Cruz; aquí giro a la izquierda y, por la acera izquierda también, prosigo por la calle Fernando Villabella hasta el puente sobre el río Martín; reanudo el trayecto hacia El Casal por la misma acera, paso por delante del IES César Rodríguez y, por fin, me adentro, justo enfrente del cuartel de la Guardia Civil, en el patio de la Escuela, en la cual dejaré a Celia durante unas horas perfectamente atendida por unas personas maravillosas que se desviven por estos pequeños, los cuales se lo pagarán, supongo, con sonrisas, besos, caricias, abrazos y la consecución y el aprendizaje lentos pero seguros de los objetivos y contenidos que se han marcado para ellos. Pues bien, aunque no me haya esforzado mucho en situar la ruta dentro del contexto moscón, estoy seguro que cualquiera que conozca este pueblo no tendrá problema para seguirla.

Únicamente voy a comentar dos lugares peatonales por los que transcurre el itinerario diario.

Uno es en La Ferrería, cerca de una cafetería, donde hay una casa con aleros en medio de dos calles, en cuya acera habían anclado una mole pétrea de varias decenas de quilos tal vez para evitar que determinados vehículos pudiesen ocasionar daños en el edificio. Pues bien, por la razón que fuese, ese pedrusco granítico fue desplazado hace meses de su sitio y ahora no permite el paso por la acera, con lo cual hay que bajarse a la calzada para poder transitar, con el correspondiente peligro ante la circulación regular de coches por esa calle en ambos sentidos. ¿Acaso es tan problemático que la acera quede libre de obstáculos?

El otro es la acera izquierda que va desde el cruce del Bolao con Fernando Villabella hasta el puente sobre el río Martín. ¿Qué serán, cien o ciento cincuenta metros? Es igual. No deben de quedar muchas baldosas bien, de vergüenza. Día que llueve, mojadura que te crio; te salpica el agua, se te cuela por encima de los zapatos y te pone perdida la ropa hasta la altura de las rodillas. Transitar por ella es una aventura incomprensible en una villa como esta. Porque pase que un par de esas baldosas estén sueltas, pero cuando se halla en las condiciones en que se encuentra demuestra, o así parece, que a quienes son responsables de su arreglo no les gusta mucho patear las calles. ¿Es tan caro arreglar una acera, viendo cómo está? 

Veamos cuánto tardan en resolver cosas que considero tan sencillas como estas. Hay más, igual de fáciles de solucionar, creo yo, pero las dejaré para otro día.

 

Mientras, sean felices y sonrían que está al caer la Navidad.

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