viernes, 19 de julio de 2019

SOMBRA, MALASOMBRA


Esa sombra, mala sombra,
que oculta la plata del río,
que desnuda al agua pura,
que la priva de ropajes celestes
y la convierte en espíritu,
en espíritu invisible silente
y estremecedor al tiempo.

Esa sombra, oscura e infernal,
que se desplaza impertérrita,
movida por la suave brisa matinal,
de lado a lado, sin parar,
como una marioneta
manejada por un titiritero histriónico,
cual muñeca movida por la caricia
de un infante que la reconoce,
la abraza, la acuna y la besa
distraídamente con una sonrisa fugaz.

Mala sombra, mala,
maldita malasombra,
que impide ver
los reflejos aserrados del castaño
sumergidos en la corriente,
bailando con las piedras del fondo
mientras algas esmeraldas envidiosas
desesperan, celosas, por rechazarlos,
por deshacer impúdicamente
aquellos abrazos amorosos imposibles.

Mala, mala, malasombra,
mala, vete, desvanécete,
permite que los ojos contemplen
el brillo argénteo que discurre,
malasombra, despaciosamente,
llevando en sus entrañas cantarinas
la buena nueva a todas las riberas,
la del romance fugaz y efímero
de unas hojas ingenuas seducidas
por cantos rodados, por unas piedras.


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