Hace unos años, pocos, la impresión que
corría entre la ciudadanía era que el bipartidismo había llegado a su fin. Dos partidos, Cs y Podemos- hoy Unidas
Podemos por eso del lenguaje no sexista, aunque no sé qué gracia puede tener para
alguien que ame la lengua castellana el femenino absurdo de Unidas sin hacer
caso ninguno a las normas de la RAE, a no ser que dicho partido sea exclusivo
de mujeres, hecho este que no se da en absoluto-, parecía que se iban a comer
el mundo, bueno, la democracia de reparto de poderes que hasta ese momento
había estado en manos del PSOE y del PP.
Incluso en algunas elecciones se había
hablado y confiado en ese adelantamiento en las urnas- sorpasso lo llaman algunos que se las dan de poliglotas (¿o será “políglotos”?,
es que…, cuando uno lo piensa, a lo mejor hasta yo lo usé, mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa). Pero a día de hoy las
cosas han vuelto a cambiar. Tengo la impresión de que en poco tiempo, si
persisten en sus actitudes, uno por su acercamiento a la extrema derecha por
más que diga que no lo hace, y otro por la sumisión a una ideología
independentista, acabarán como grupúsculos en un Parlamento que solo serán
precisos para cuatro cosas, como sucede ahora con otros como los partidos
regionalistas que disponen de uno o dos diputados. Y entonces no tardaremos
mucho, en las próximas elecciones tal vez, en tornar a ese bipartidismo
aberrante que sumió a los españoles en dos bloques que tampoco se diferenciaban
en muchas cosas, por más que predicaran desde sus púlpitos los líderes.
Estos partidos, que podrían afrontar su
misión, mientras los votos no digan lo contrario, de apoyar de verdad a quienes
considerasen más cercanos, aunque siempre poniendo como objetivo el bien de los
españoles, de todos, hoy nada más piensan y deciden por cabeza de sus números
uno, los cuales parten de un único objetivo: mantenerse en el poder, en la
cima, en el caballo en el que están montados todo el tiempo que sea necesario
para vivir a cuenta nuestra. Eso de que el bien de los españoles está por
encima de todo no se lo creen ni ellos ni nosotros, y eso que somos unos
benditos que los soportamos año tras año.
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