Bueno, ya conocemos la dichosa sentencia
del procés.
Todos condenados, unos más y otros menos. Y a renglón seguido, animados desde
el mismo Gobierno catalán, miles de personas se echaron a la calle. Todo
lógico.
Cuentan ellos a quienes quieren oírlo con
los ojos cerrados, que son manifestaciones pacíficas. ¡Oh! Qué vergüenza que
los mossos, junto a la policía
nacional, se les enfrenten y reviertan el orden a las calles. ¡Cómo se atreven,
a ellos, a esas miles de personas tan pacifistas que sólo defienden la llibertat!
¡Anda, ya, no me fastidiéis! Miren, es que
no cerré los ojos y vi imágenes degradantes para cualquier sociedad que se
precie de ser mínimamente culta (permítanme dudarlo ahora mismo, en caliente, de
miles y miles de catalanes). Lo único que se me viene a la cabeza en su defensa es que ayer y
anteayer no eran ciudadanos de esa Comunidad los que estaban en las calles,
sino que soltaron en distintos lugares de Cataluña a todos los delincuentes del
mundo para que los convirtiesen en un tumulto violento que intentara
desestabilizar la vida de la mayoría de los ciudadanos de esa tierra.
A la vista de determinadas imágenes tomadas
por medios de comunicación de lo más diverso, de manifestaciones pacíficas,
tararí que te vi: que si el aeropuerto de Barcelona destruido en el exterior, con
retrasos y/o anulaciones de vuelos con el perjuicio a miles de personas; que si
autovías y demás vías de comunicación, incluidos los ferrocarriles, con
destrozos y quebrantos para los usuarios; que si calles cortadas y convertidas
en campos de batalla; que si incendios y barricadas para enfrentarse con las fuerzas
del orden; que si destrozos en propiedades públicas y privadas; que si montones de heridos de
uno y otro bando; que si agresiones a personas por pensar distinto; etc., etc. ¡Y a esto algunos políticos lo llaman testimonios pacíficos
para defender la libertad de expresión, lo apoyan sin un rictus de vergüenza y achacan a unos pocos los desórdenes y
la barbarie que el lunes y martes pasados se ejerció en muchos lugares de Cataluña! ¡Venga
ya, señores, no nos tomen por tontos! Condenen lo que haga falta condenar y, si
el nefasto espectáculo que todos contemplamos lo da una minoría, pues sáquenla de las calles (tanto a estos como a quienes los animan y los jalean desde instituciones públicas), que supongo disponen
de medios suficientes, y le harán un favor al resto de catalanes, a la mayoría,
que deplora la actitud de esos personajillos que no entienden lo que es un
estado de derecho.
Dígannos además, cosa esta también importante a pesar de que nadie la mencione, a quién le toca asumir el
elevado montante económico que supondrá volver a reparar o renovar todo cuanto han
destruido los “pacifistas”, aunque me imagino que saldrá de partidas que el Estado,
la Autonomía o los Ayuntamientos bien podrían dedicar a asuntos más urgentes
porque no habrá responsables. O más penoso aún, no los quieren encontrar,
porque saberse sí que se sabe.
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