jueves, 21 de noviembre de 2019

A DORMIR A CASA


 -¡Uy, esa muñeca, uy, lo que me ha dicho!:
que mañana, sin falta ni disculpas,
sin un no quiero ni puedo de ningún tipo,
iremos a dormir a tu casa- cuenta sin ápice de duda
-¿Estás segura que fue ella quien lo dijo?
¿O lo habrás decidido tú esta noche cuando la luna
 te propuso risueña y contenta el acertijo
del platito de avellanas, eh, ricura?
-Ja, ja, ja. Ese que no sabías la respuesta, Tito,
y además es que no tenías ni idea, ninguna:
el de las avellanas en su escondrijo,
por la mañana siempre ocultas,
y levantadas de noche para ver el rocío.
-Ya me lo explicaste, sí, las estrellas diminutas,
esos diamantes brillantes, cielo mío,
que acompañan a tu querida luna
por el firmamento pintándolo tan lindo.
Pero aún no me contestaste, granuja:
lo de ir a dormir a mi casa, ¿quién lo dijo?
¿Fue cosa de mi querida nieta o fue cosa suya?
-Mía, pero ¿a que me vas a llevar, Tito?
Mis papis me contaron que era decisión tuya.
¡Porfa, porfa, por favor te lo pido!
Así baño la muñeca y la duerme Mamanini en la cuna.
Luego, al día siguiente, van a comer Sofi y Nino
y, para vestirla y peinarla, ambos me ayudan.
-¡Vale, vale! ¡Lo que no te consienta tu abuelito!
¡Ay- pienso-, por qué será que siempre me engatusa!
Y creo que mando, que educo, que enseño, ¡pobrecito!,
cuando en realidad es ella quien a su antojo me usa.


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