Esa luz que mata mi insomnio,
que
ilumina las palabras perfectas,
claras
y concisas manchas oscuras
sobre
un lienzo blanco de celulosa,
con
las que vuelo a paraísos perdidos
o
infiernos broncos y tortuosos,
esa
luz se desvanece ante mis ojos
semicerrados,
cansados, agónicos,
mientras
mi yo asciende sin miedo
al
feliz reino de las ilusiones,
al
feliz reino de los sueños.
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