Por fin, un alto el fuego. Tal vez
pasajero, pero… Habrá muchas familias que valoren este acto y se apresuren a
disfrutar de unos pequeños momentos de placer al ver a sus familiares. Otros
muchos, seguirán postrados en un mar de lágrimas por la ausencia eterna de sus
seres queridos.
Gratitud ahora por los intercambios en
ambos bandos y odio a raudales también en ambos bandos. Deseos de venganza
difíciles de contener en un conflicto crónico que nadie ha querido resolver,
porque las buenas palabras sólo son eso, buenas palabras.
Hamás demostró con su acción terrorista una
inteligencia enorme: bien sabía que a ese acto mortífero y asesino, la
respuesta israelí iba a ser descomunal. No se da puntada sin hilo. Bien era
conocedor Hamás, y por eso hizo lo que hizo, de que el actual gobierno de
derechas y de extrema derecha israelí iba a responder con toda su fuerza
militar sin hacer caso a ningún país ni organismo que le sugiriese actuar dentro
de unos confines bélicos que pasarían por respetar a la sociedad civil. Israel
se lanzaría de cabeza y en el planeta nadie iba a decirle lo que debería o no
hacer. En cada ocasión en que el derecho internacional fue pisoteado por este
estado inventado, los avisos o amenazas de la comunidad internacional no fueron
otra que papeles mojados arrojados al mar y disueltos en un decir amén.
El
problema entre Gaza, y los palestinos, e Israel se había enquistado y las
piezas del tablero iban poco a poco poniéndose del lado judío, del lado del más
fuerte, que invadía territorios poco a poco y asentaba colonias en terrenos que
no le pertenecían, como bien conocía las organizaciones internacionales. Pero a
Israel nadie le tosía. Sus aliados eran demasiado fuertes como para hacerlo.
Así que, sin reparo se fueron adueñando de esos territorios.
Y Hamás, que veía como esas acciones
injustificables eran obviadas por los demás países, y que la defensa del
territorio palestino cada día era más silenciada a nivel internacional, más aún
desde la guerra en Ucrania que se tragaba y sigue tragando todos los dineros de
occidente, se dispuso a que no se pasaran por alto los hechos injustificables
que sucedían en aquella franja de Gaza. Estrategas del terrorismo como son, no
dudaron en hacer saltar por los aires la frágil tregua que allí se vivía hasta
hace un par de meses con unos atentados que produjeron verdaderos escalofríos
entre la sociedad mundial al ver los resultados.
Pero Israel no supo o más bien no quiso
entender la afrenta. El malestar existente en el mundo contra los terroristas
palestinos de Gaza lo tornó en un pispás en un odio sin parangón contra su
propio pueblo. Ni Netanyahu ni su gobierno fueron capaces de ver lo que se les
venía encima cuando dieron la orden de arrasar Gaza. O sí, pero les dio igual:
sabían y saben que dentro de poco tiempo las noticias irán por otro lado, algo
sucederá que obligue a poner los ojos sobre ello, y la agresión y el asesinato
de civiles en esa zona se diluirá como un azucarillo. Mientras, volverán a lo
suyo, a lo que llevan practicando desde hace muchos años: Lo mío es mío y ni se
toca, y una parte de lo de los demás también y tampoco se os ocurra tocarlo; además,
al que no esté de acuerdo conmigo, le hago la vida imposible o lo liquido y
santas pascuas.