Que la Tierra está viva
nos lo descubre cada cierto tiempo, cada vez con menos intervalos, los
distintos fenómenos naturales que asuelan lugares que nada tienen que ver con
las culturas o los poderíos económicos inventados por el hombre, sujeto este
que aún no se ha dado cuenta que en el devenir de la historia del planeta es
como una arenilla de una playa para el conjunto de la inmensidad del océano. Seguimos
pensando que somos el culmen de la creación, cuando en realidad no dejamos de
ser un pequeño apéndice, un brote, que le ha salido al planeta de mala manera y
que pulula por su superficie como un piojo por una cabeza con una melena hasta
la cintura. La Tierra nos recuerda en múltiples ocasiones que a los piojos
también se les mata cuando se desea conservar la mata de pelo de la que se
siente orgullosa. Y lo que es peor, nuestro sistema económico a nivel mundial
la ayuda a lograrlo. Aún no nos hemos dado cuenta que nuestro dominio del
planeta no es más que pura ficción, que continuamos creyéndonos los putos amos
de algo que nos supera, que nos ve como a unos seres incapaces de comprender que
estamos de paso. No somos más que otro estado evolutivo en su superficie y,
cuando al planeta se le hinchen los morros, nos mandará a paseo en menos que
canta un gallo. Durante las últimas décadas, los avisos, a través de cambios
más que evidentes, que se están produciendo a nuestro alrededor habrían de
hacernos percibir que algo estamos haciendo mal, pero a pesar de ello seguimos
aferrándonos a los clavos ardiendo de una economía que está condenada a
desaparecer simplemente por agotamiento de los recursos naturales que la han hecho
crecer desmesuradamente para orgullo y endiosamiento de unos pocos y extenuación
de la población mundial. Seísmos, tornados, crecimiento del nivel del mar,
riadas, vulcanismo, fenómenos atmosféricos nunca vistos podrían darnos una idea de lo que se nos
avecina y, a pesar de ello, seguimos en nuestras trece caminando hacia la
devastación final. Nos dejamos engañar con teorías sobre glaciación y calidez,
cuando en realidad nos estamos auto inmolando, ciegos y sordos, escondiendo
nuestras cabezas mientras el planeta nos consume. Somos parásitos que podríamos
haber cambiado a un sistema de vida más simbiótico, pero preferimos seguir
chupando la sangre hasta que no reste nada. ¿Y luego, qué?
Entretanto,
no se entristezcan, intenten ser lo más felices posible y no pierdan la sonrisa
nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario