lunes, 24 de octubre de 2016

ABSTENCIÓN: AMOR FRATERNAL


Como venía anunciándose desde hace varios días, el comité federal socialista decidió que su grupo parlamentario se abstuviese en el próximo pleno en el que se dirimirá la investidura de Rajoy, permitiéndole a este formar gobierno. O sea, lo de siempre. Según determinadas encuestas, casi un setenta por ciento de sus afiliados apostaban por el no a Rajoy, pero unos ciento cincuenta jefecitos prefieren no verse apartados de sus cotas de mando y mandan a tomar vientos a la mayoría de sus votantes. Para que luego digan que no son lo mismo los jefes de unos que de otros. Aunque ya veremos cómo responden los diputados ese día en el Congreso, que no todo el monte es orégano, por lo visto y oído a unos y otros. La verdad es que, como están tan acostumbrados a que España sea un coto particular de dos grupos políticos, hermanitos ellos que solo discuten por un quítame allí esas pajas, es fácil que les siga siendo imposible asumir responsabilidades internas y respetar una ideología que, visto lo visto, de izquierdas no tiene nada o casi. Cuando explican, o lo intentan, que todo es por el bien de la gobernabilidad de España y que el PP fue el partido más votado, lo que conlleva que forme gobierno, se olvidan de que en diciembre ya podían haberlo decidido y no hacernos perder el tiempo. No en junio, no, en diciembre, puesto que entonces también lo fue. En cambio, se lanzaron a la busca de un posible pacto con Ciudadanos y Podemos que sabían que no iba a cuajar porque Ciudadanos, ahí está su pacto actual con el PP de cuyo presidente renegaban por activa y por pasiva- lo mismo que el PSOE durante estos últimos diez meses-, lo único que buscaba era asomar la nariz por una pequeña resquebrajadura con tal de ver al menos algo de lo que significa gobernar y oler un poco de poder con el que llenarse la pituitaria. Y Podemos, claro, le dijo al PSOE que nones, que con esos compañeros no iban a ningún sitio. Fue el PSOE, no Podemos, quien no quiso gobernar amparándose en la ñoña idea de que no pactarían con nacionalistas, más o menos independentistas unos u otros, pero los mismos que otras ocasiones los apoyaron, o al revés, a los que sirvieron de muleta en sus Comunidades. El caso fue que no quisieron gobernar para no dar ni una sola oportunidad a Podemos. Por eso llegaron a las segundas elecciones y siguieron con su descalabro. Y Podemos no le fue a la zaga porque en ese grupo político hay más de una cabeza pensante, con ideas diferentes, y son incapaces de decidir una estrategia que sume a favor de la gobernabilidad. Están más y mal dirigidos por aquellos- tercos e intransigentes- que prefieren las voces y las algarabías a la razón de ser de un partido de izquierdas con un programa propio que ilusione a los españoles de toda edad y condición.
¿Se imaginan unas terceras elecciones? Pues en democracia todo podría ser. Las urnas, que sepamos, no les hace mal a nadie. Pero, si hubiesen llegado a ellas, a nadie se le escapa que el trompazo que se iban a dar Ciudadanos y PSOE iba a ser descomunal. O sea, que para ambos un nuevo gobierno del PP de la corrupción les viene de perlas con tal de no quedar apeados de sus sillones antes de lo debido.
No obstante, piensen que Rajoy tiene el toro cogido por los cuernos y, si le da la gana y no llegan acuerdos con él, puede adelantarlas a la fecha que mejor le convenga y dejarlos tirados igualmente en la cuneta. Entonces no solo les bastará con recurrir en sus mítines y programas electorales a una ideología que se saltan a la torera, cuando a los de arriba les apetece, en función de sus propios intereses personales. Porque ya ven lo que les importa la opinión de los militantes y votantes de un partido, nada.
 
Sigan felices, con la sonrisa presta, y disfrutando del otoño.

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