Hay Presidente. Hay
ministros y ministras. Ahora, a gobernar.
El nuevo Gobierno
no ha suscitado malos modos en general entre la sociedad. Bueno, sí, el deportista Maxim Huerta, que a lo mejor
dará conferencias de prensa en Telecinco, o en Cataluña lo de Borrell, que le
sentó a Torra y cía como un tiro en el pie de apoyo, pero a fin de cuentas
tampoco creo yo que será para tanto. El rifirrafe normal entre partidos que
desean algo con frenesí descontrolado como es la independencia, por un lado, y
la cautela que se ha de suponer a quien ahora rige nuestro destino en España y
que ya ha apoyado la Constitución por encima de todo, o eso se oyó. Eso sí,
fuera 155 y el control de cuentas se hará a posteriori, enseguida recuperarán
las leyes recurridas ante los tribunales y aquí paz, después gloria y la
tabarra con la independencia, como Duracell, seguirá y seguirá.
Esto del respeto a
la Constitución se les da muy muy bien a PP y PSOE: se la saltan cuando
quieren, aunque sea con nocturnidad y alevosía, a escondidas de los ciudadanos,
para intereses de aquellos que más tienen. O algo así fue lo que acaeció hace
unos años entre Zapatero y Rajoy, las dos joyas de la corona bancaria en
España. Pero las palabras Constitución y Democracia la tienen siempre los
partidos en la punta de la lengua para cualquier cosa, como si fuesen las
fórmulas mágicas del reino de los cuentos con las que se descubre todo, aunque
en realidad sirva para taparlo todo bajo mantas y mantas de frases demagógicas
que aturden y aburren a la ciudadanía hasta que esta es incapaz de saber dónde
comienza la verdad y dónde termina la mentira. Y así nos va: hechizados por
esas palabras cuyo significado han tergiversado hasta la saciedad en pro de sus
propios intereses. Pero, bueno, ahora alguno dice que hay que reformar las
Carta Magna. Esperemos que no sea sólo para contentar a Cataluña y País Vasco.
No obstante, cuando
defienden la Constitución como panacea y muralla tras la que nada se puede
desarrollar, a mí me dan miedo. Cuando menos nos demos cuenta, nos cuentan una
milonga y nos dicen qué es lo mejor para España sin consultarnos nada; a
continuación, cambian o quitan o añaden algo en su articulado y hasta luego, Lucas,
si te vi, no me acuerdo. Y el que muestre su desacuerdo será un anti demócrata,
un radical, un fascista, un autoritario, un golpista, un…
Bueno,
no pierdan la sonrisa, que seguramente habrá situaciones en adelante para
partirse de risa y hay que estar preparados.
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