viernes, 20 de marzo de 2020

NORMAS PARA TODOS, Y SI NO...


Se han ido endureciendo las medidas de confinamiento poco a poco. Ya se cerraron fronteras, aleluya, y se controla que la gente intente estar lo más posible dentro de las órdenes emitidas ante este estado de alerta por el covid19, que está impregnando España de un miedo cerval ante posibles contagios y las consecuencias funestas que pueden derivarse de ello.
Y a pesar de todo, a pesar de las alabanzas de los políticos a la ciudadanía por la manera de encajar este enclaustramiento, aún hay gente que se salta a la torera las medidas e intenta por todos los medios posibles evitarlas bien de una manera o de otra.
Paseos al perrito de dos o en dos o seis u ocho veces al día y , además, sin respetar el espacio que se les ha dicho ni el tiempo de qué disponen (¿acaso no pueden tenerlo en casa como estamos los demás? Seguro que peor lo pasan niños de dos, tres, cuatro,… años que ellos y confinados están, y llorando sin poder salir y sin poder correr como sería lo admisible si a ello nos atuviésemos. Pero no, los padres se sacrifican y hacen todo lo necesario por hacerles olvidar la cruda realidad del cautiverio a que se ven sometidos. Y esto es peor que mantener a la mascota en el hogar, que, quien la tiene, al tenerla por su propio gusto, ha asumido su responsabilidad desde el primer momento para cualquier situación.)
A la compra por parejas o comprando una cosa solamente para salir de casa cuatro o veinte veces al día con la disculpa alimenticia y cada vez una nimiedad. El caso es saltarse las normas.
Embotellamientos a la entrada de supermercados como si se acercase el fin del mundo y todos estuviesen perseguidos por demonios que los quieren conducir al infierno, cual rebaño de vacas locas al matadero. Y una vez dentro de la tienda, a las carreras en pos de un botín, que no lo es, debido a que sigue existiendo y sobrando parte de ese tesoro para los demás. Ni distancia de metro y medio de prevención ni leches, todos abalanzados sobre el mostrador para explicar bien claro, en la cara del dependiente, qué es lo que quieren, como si estuviesen hablando a una pared que no se va a contagiar, cuando es más que posible que deba estar de cara al público en contra de sus ideas, temiendo que la enfermedad le llegue a ella y a sus allegados por culpa de un desaprensivo voceras y falto de educación. ¿Uso de guantes y de desinfectante? Uy, sí. Los guantes se los llevan puestos para casa y el desinfectante, cuando se van a dar cuenta en la tienda, ha desaparecido en dos minutos en el bolso de algún cliente.
Y así muchos otros casos, dislates puros y duros, de gente a la que le importa poco no ya su salud, por mí que se jodan, claro y conciso, sino la del prójimo que ha de padecerlos.
Mientras, en estas situaciones, sobre todo en supermercados, a la hora de la entrada sobre todo, pero a otras también en el interior con más gente que capacidad tiene por su superficie, ¿dónde se han ido los agentes de la autoridad, del cuerpo que sean,, esos que han de cuidar que las normas tan maravillosas que han propuesto nuestros políticos, se cumplan? No es tan difícil, y la explicación de que hay más cosas no tiene sentido, porque son momentos muy concretos en los que mantener el orden y otros al albur durante el día, cuando cuadre, para que la gente deje de hacer el gilipollas. Y lo digo más que nada, para que les calquen, a los desobedientes, a los caraduras, a los irresponsables y a los insolidarios, una multa bien abultada. La única manera que entienden estos señores y estas señoras es que les aflojen la cartera.
No me he movido de Grau/Grado para ver esto u oírlo contar. O sea, que puedo decirlo de esta villa. ¿En cuántas otras sucede lo mismo?
Así, llegará Navidad y seguiremos con la pandemia.
Seamos serios y responsables, ciudadanos, quedémonos en casa y solo salgamos a lo indispensable. Y autoridades, dejémonos de paños calientes, que los que respetamos las normas tenemos derecho a que ustedes las hagan cumplir…a todos y de forma ejemplar.


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