Ya nos hemos metido en febrero. Como si
fuese enero. Total, tal parece que nuestros políticos siguen haciendo de las
suyas, protegiéndose primero ellos y sus allegados (que son muchos, como los de
las Navidades) y dejando que los demás nos atrofiemos con diversas noticias que
poco o nada denotan interés en la gente, más allá de comentarios pasajeros que
no llevan a ninguna parte.
Se siguen tomando medidas controvertibles
como los cierres perimetrales de lugares donde los brotes se descontrolan y lo
que hace es que en esas comarcas se dispare porque no se confina a la gente,
sino que se le permite salir y hacer una vida acorde con el azote que nos
persigue desde hace un año. O sea, que se van de terrazas, de compras, al
parque con sus amigos, a charlar, a pasear en medio de barullos incontrolados
por las calles, etc. Lógico, se contagian porque nadie sabe quién está
padeciendo al lado de uno la enfermedad, si es asintomático o se está pasando
la cuarentena por el forro. Si a ello añadimos que infinidad de personas viajan
a concejos distintos de su residencia porque su trabajo está en ellos, pues
apaga y vámonos. Y últimamente en Asturias los índices de trazabilidad por los
suelos: resulta que los rastreadores no rastrean, por lo visto. Y eso que nos
contaban hace meses que la Comunidad estaba bien abastecida de esta figura
capaz de detectar a cualquier sospechoso de padecer el virus y no necesitábamos
personal del ejército ni nadie más que nos viniese a incordiar, por lo visto.
Pues va a ser que no. A pesar de Barbón con sus twitters y sus apariciones en
la tele. ¡Pero si se sale de los concejos cuando se quiere y se viaja a dónde
se quiere porque no hay control ninguno y los que hay sirven de bien poco!
Se está dejando que el virus se esparza por
aquí como Pedro por su casa. Hasta que se canse o hasta que lo pasemos todos, y
a quién San Pedro se la dé que San Pedro se la bendiga. Los únicos que padecen
y sufren las consecuencias, aparte de los contagiados, son aquellos que han de enfrentarse cara a cara con
la covid dichosa: médicos/as, enfermeros/as, celadores/as, dependientes/as de
tiendas y supermercados de alimentación (a estos nadie les hace caso aunque llevan un año de cara y frente a frente con la gente que asiste como quiere a
esos negocios, y eso que tienen, dicen, sindicatos- jaja-, pero como no miran
para ellos/as pues…), etc., y, claro, los politiquillos y sindicalistas de
turno que se vacunan rápidamente porque, por lo visto, corren un riesgo enorme
por sus contactos con…¿con quién?. Si resulta que escuchamos disculpas tan
variopintas como que los sindicalistas liberados podrían verse en la necesidad
de tener que acudir a su puesto de trabajo en cualquier momento y por eso los
vacunan. ¿Cuántos se han incorporado a echar una mano en estos tiempos, y los
pasados, en que las urgencias en los centros de salud y hospitales fueron
pavorosas? No oí ninguna noticia de ello. Pero se vacunan, eh. Igual se han
incorporado sin que nadie se enterase, porque son muy suyos y no está en su
ánimo presumir de buena conciencia, quién sabe.
¿Medidas para que estos personajes que se
han colado de mala manera, todos, por cualquier parte de España y han accedido
a la vacuna paguen por ello? Ninguna. No hay ninguna ley que lo prohíba. ¿Han dimitido
o han echado a los que lo han hecho? Casi ninguno. ¿Los gerifaltes que los
habían colocado en ese cargo han pedido perdón, los han cesado de inmediato o
se han ido ellos mismos por ineptos a la hora de elegir cargos de
responsabilidad? Ninguno. Incluso de atreven en ocasiones a exculparlos con
explicaciones de risa, si el asunto no fuese tan grave. ¿Las listas con estos
otros vacunados, los que degradan a una sociedad que intenta salir adelante
pese a quien pese, han aparecido y son de dominio público para que la
transparencia sea real y no una palabra escrita en papel mojado? Ni una se
conoce. Solo casos esporádicos, pero no por disponer de un control que debería conocer
toda la sociedad. Y sucede esto simplemente porque así lo desean nuestros jefes, los nuevos
señores feudales del siglo XXI, esos que han salido elegidos en unas elecciones y se ha visto que son unos inútiles cuando existe un problema gordo y serio al que enfrentarse. Hay que ocultar el asunto porque...¡No vayan aparecer nombres que…!
Es decir, que España es diferente, claro
que lo es. Políticos, sindicalistas, mandamases y clero, siempre lo primero. ¡Corrupción,
maldita sea! ¿Cuándo nos veremos libres de tanta y de tantos? Porque son unos
incapaces y unos impresentables.
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