No sé, quién sabe, con las
elecciones a la vuelta de la esquina, el puñetazo recibido por Rajoy hasta le
puede salir bien. Un gran montón de ciudadanos de esos que aún no tienen
decidido su voto pueden decantarse, dentro de una opinión o creencia falsa, que
el pobre hasta ahora presidente no se merecía tal atentado físico y se pueden
volcar en prestarle su apoyo para otros cuatro años con el fin de que el
pobrecito no sufra mucho más. Que no se lo merecía está claro, ni él ni nadie.
Pero hemos de razonar también de distinta manera: ¿nos merecemos otra temporada
de gobierno pepero a la vista de los últimos años? Porque la lástima nunca es
buena si no viene precedida de remedios para evitar que alguien sufra a causa
de los demás. Así que no obviemos lo hecho por él y su partido a la hora de
votar, al mismo tiempo que recordemos y actuemos contra la lacra que suponen esos seres repugnantes para
quienes la democracia es dar golpes o animar a quien piensa darlos, porque es
muy fácil pedir perdón a posteriori, como han hecho algunos de los compañeros
del chaval, y disculparse diciendo que ellos no creían que…, que no pensaban
que…, que suponían que…. Claro que estas disculpas no son nuevas, hasta se pueden
copiar de otras más o menos enrevesadas dadas por nuestros grandes hombres y
grandes mujeres que nos dirigen. Es como cuando alguien en un gobierno, en un
parlamento o un alto cargo público comete un desmán verbal y se arrepiente a
los dos días o antes, se compunge y pide comprensión a la ciudadanía por el
lapsus, que no quería decir lo que dijo. Vale, lo entiendo, pero la dimisión de
su cargo por delante, porque eso que dice “inconscientemente” es lo que
verdaderamente piensa su cerebro, eso es lo que lleva en sus neuronas, aunque
luego donde haya dicho digo, diga Diego. Si queremos progresar socialmente, como personas respetables,como seres amantes de la no violencia,
debemos empezar por no dejar pasar ni uno solo de estos hechos, ni siquiera
deberíamos de dar alas a otros no presentando las denuncias pertinentes por más
que nos duela, aunque quien las cometa sea pariente lejano o tenga diecisiete
años. Porque una cosa es la magnanimidad y otra la justicia, porque los ciudadanos podemos comprender la primera, pero debemos fiarnos de la segunda.
Que ustedes sigan
bien, sonriendo, y decidiendo su voto, si aún no lo han hecho.
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