Los
dos grandes partidos se parten, o al menos se han resquebrajado parcialmente. Ambos
quieren vendernos la imagen de que sigue habiendo unidad en lo esencial y una
fe inquebrantable en sus líderes, pero no podemos obviar, y entre tanto barón y
baronesa lo saben, que tanto Rajoy como Sánchez han hecho el ridículo en las
últimas elecciones. Uno por las medidas que tomó desde el gobierno, contrarias
a todas las promesas con las que se aupó a la Moncloa hace cuatro años, y el
otro porque desde la oposición se le vio el plumero y que lo único que
presentaba era un buen palmito y una sonrisa, aparte de cuatro vaguedades y
sacar un genio y un talante desproporcionado e incomprensible para el ciudadano
normal, con el fin de descabalgar al anterior presidente. Ahora los dos
partidos andan enzarzados con los posibles pactos y con la celebración
inminente de nuevos congresos que pongan un
nuevo cabeza de lista, un nuevo rostro, aunque sea de los antiguos, si
se diera el caso de que los españoles fuésemos llamados nuevamente a votar ante
la coyuntura en que se encuentra la gobernabilidad en España.
Ciudadanos
quiere gobernar, o al menos entrar en un posible gobierno; ya se le esfumó la posibilidad
de tener en sus manos la opción de lograr la presidencia, pero anda a ver si
puede pillar cacho en eso de los sillones. Y Podemos, cuya remontada lo llevó
nada más que a la tercera posición, se mantiene en sus trece a sabiendas que el
PSOE no va a tragar con lo del referéndum, por lo menos de momento. Como en
muchas otras cosas, como los despilfarros sobre todo en materia de sueldos y
puestos a dedo o en las políticas sociales. Aunque ya sabemos que la vida da muchas vueltas. Claro que
desde la derecha, PP y Cs, y el centro o centro izquierda, o sea PSOE por más
que se vendan de izquierdas, no se cansan de decirnos que Podemos quiere romper
la unidad de España, no les interesa reconocer que lo único que piden no es
eso, sino un plebiscito en Cataluña en el cual van a pedir el no a la
independencia. Bueno, eso de momento, porque la vida sigue dando muchas más
vueltas todavía.
Así
que, vistas las circunstancias, nos hallamos en un país mejor, ya que se acabó
ese bipartidismo radical con el que nos habían gobernado con mano dura durante
cuarenta años, y de la fragmentación del voto a lo mejor sale algo distinto y
saludable. Pero también con un país donde nuestros políticos aún no han
entendido que primero es gobernar para hacer una España más justa y más libre
para todos sus ciudadanos, no solo para los que han votado a determinado
partido o para quien aportó más dinero a su campaña, y después van sus
intereses personales, es decir, ninguno.
Lo
que pasa es que de momento las cosas están al revés. Primero yo, luego tú, después yo, más tarde tú, y, cuando no quede nada, al final nosotros, tú y yo juntitos y revueltos. ¿Y la mayor parte de los ciudadanos? Pues pagamos los pufos de los yo, los tú y los nosotros, tú y yo juntitos y revueltos.
Bueno,
sigan de fiestas, que hay que despedir el año con una sonrisa y no quedan más
que cuatro días.
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