lunes, 28 de diciembre de 2015

INTERESES


Los dos grandes partidos se parten, o al menos se han resquebrajado parcialmente. Ambos quieren vendernos la imagen de que sigue habiendo unidad en lo esencial y una fe inquebrantable en sus líderes, pero no podemos obviar, y entre tanto barón y baronesa lo saben, que tanto Rajoy como Sánchez han hecho el ridículo en las últimas elecciones. Uno por las medidas que tomó desde el gobierno, contrarias a todas las promesas con las que se aupó a la Moncloa hace cuatro años, y el otro porque desde la oposición se le vio el plumero y que lo único que presentaba era un buen palmito y una sonrisa, aparte de cuatro vaguedades y sacar un genio y un talante desproporcionado e incomprensible para el ciudadano normal, con el fin de descabalgar al anterior presidente. Ahora los dos partidos andan enzarzados con los posibles pactos y con la celebración inminente de nuevos congresos que pongan un  nuevo cabeza de lista, un nuevo rostro, aunque sea de los antiguos, si se diera el caso de que los españoles fuésemos llamados nuevamente a votar ante la coyuntura en que se encuentra la gobernabilidad en España.

Ciudadanos quiere gobernar, o al menos entrar en un posible gobierno; ya se le esfumó la posibilidad de tener en sus manos la opción de lograr la presidencia, pero anda a ver si puede pillar cacho en eso de los sillones. Y Podemos, cuya remontada lo llevó nada más que a la tercera posición, se mantiene en sus trece a sabiendas que el PSOE no va a tragar con lo del referéndum, por lo menos de momento. Como en muchas otras cosas, como los despilfarros sobre todo en materia de sueldos y puestos a dedo o en las políticas sociales. Aunque ya sabemos que la vida da muchas vueltas. Claro que desde la derecha, PP y Cs, y el centro o centro izquierda, o sea PSOE por más que se vendan de izquierdas, no se cansan de decirnos que Podemos quiere romper la unidad de España, no les interesa reconocer que lo único que piden no es eso, sino un plebiscito en Cataluña en el cual van a pedir el no a la independencia. Bueno, eso de momento, porque la vida sigue dando muchas más vueltas todavía.

Así que, vistas las circunstancias, nos hallamos en un país mejor, ya que se acabó ese bipartidismo radical con el que nos habían gobernado con mano dura durante cuarenta años, y de la fragmentación del voto a lo mejor sale algo distinto y saludable. Pero también con un país donde nuestros políticos aún no han entendido que primero es gobernar para hacer una España más justa y más libre para todos sus ciudadanos, no solo para los que han votado a determinado partido o para quien aportó más dinero a su campaña, y después van sus intereses personales, es decir, ninguno.

Lo que pasa es que de momento las cosas están al revés. Primero yo, luego tú, después yo, más tarde tú, y, cuando no quede nada, al final nosotros, tú y yo juntitos y revueltos. ¿Y la mayor parte de los ciudadanos? Pues pagamos los pufos de los yo, los tú y los nosotros, tú y yo juntitos y revueltos.

 

Bueno, sigan de fiestas, que hay que despedir el año con una sonrisa y no quedan más que cuatro días.

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