miércoles, 16 de diciembre de 2015

MEDALLAS


Los dos policías asesinados en Kabul fueron enterrados ayer. Previamente, los Reyes y los números uno de los partidos políticos, aparte de otras muchas personalidades, fueron filmados en el funeral que el Estado les hizo con el fin de que su recuerdo, el recuerdo de la barbarie, no quedase olvidada. Al menos, es digno de reconocer que durante unos días estarán en la cabeza de todos. Pero sus familias tendrán que arreglárselas como mejor puedan para que el vacío que han dejado entre ellos sea ocupado por un pensamiento largo y profundo ante su pérdida lleno de imágenes de momentos felices con quien les dejó y no les vuelva locos su ausencia.

Al mismo tiempo que los rostros compungidos de los presentes en el acto fúnebre nos hacían pensar en la inutilidad de la violencia, que lo único que nos deja es un  sentimiento hondo de la futilidad de la vida y más aún cuando esta se pierde a causa de defendernos de una barbarie injustificada y difícilmente explicable por determinados gobiernos, en algún lugar están ya perpetrando un nuevo atentado contra quien sea, esto no tiene para ellos la más mínima importancia. Es matar por matar, asesinar sin sentido de la dignidad humana, aunque ellos mismos se la vistan con ropajes rojos de venganza y rojos de sangre.

No obstante, permitidme una pequeña queja y algo a lo que no encuentro sentido: la imposición de medallas, más que merecidas, a los muertos en cumplimiento de su deber. ¿Acaso los que estaban allí en la embajada y la gran cantidad de soldados y policías españoles destinados por el mundo en “misiones de paz” no se la merecen, aunque tengan la suerte, a Dios gracias, de seguir con vida? Solo espero que todos regresen sanos y salvos y, a su llegada, se les imponga también esa medalla. Y para eso, que todos aquellos con responsabilidades políticas que ayer se personaron en el funeral demuestren que no solo asistieron para que se les viese, para figurar como meros maniquíes, sino para reconocer el esfuerzo de todos ellos e intentar evitar que tengan que seguir jugándose la vida alejados de su familia.Para ello solo hace falta emplear el arma más poderosa que inventó la humanidad: la palabra.

 

Sigan disfrutando de la vida y sigan sonriendo, que para que nos hagan llorar ya tenemos a muchos alrededor que con todas sus fuerzas lo intentarán, espero que en vano.  

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