Pues
sí, nuestros políticos, es decir, los jefes de filas de los partidos que buscan
gobernar España, se afanan por llenar de gente pabellones, cosos taurinos,
plazas, polideportivos, palacios de deportes, lo que sea para que su ego crezca
hasta los límites que les proporciona el número de adeptos que reúnen en torno
a sí. No hay peligro de que les quede el aforo vacío, como mucho puede haber
algunas calvas, pero se llenan si es preciso haciendo que el público, las
personas se distancien más unas de otras en vez de estar como sardinas en lata.
De acuerdo con la localidad donde van a soltar sus perogrulladas mitineras,
buscan un espacio u otro. -“Oye, tú, que
van a venir unos cinco mil”. –“Pues el mitin en tal sitio”. –“Que va a ser la del copón, calculamos unas
diez mil personas. –“Pues el mitin en tal otro sitio” El caso es dar la
impresión de que haya un llenazo hasta
los topes. “A ver, que hay que traer
autocares de todos los pueblos y villas de la provincia, que hay que atacar
hasta el palo de la bandera el recinto”. “No hay problema, hoy vienen aquí y
mañana los llevamos, gratis y con bocadillo, allí, que el caso es que haya
gente, que se vea en la tele qué apoyos tiene nuestro jefe”. Pues vale, lo
que ellos digan. ¿Qué son felices así? Pues, hala, así toca. Aunque los
autocares y los bocadillos los paguemos los de siempre, que para eso Papá Estado
les aporta a los partidos dinero contante y sonante para que canten la canción
de “Vamos a contar mentiras, tralará”.
Lo
que soy incapaz de entender, y creo haberlo escrito antes, hace ya tiempo, es
para qué sirven estas reuniones de afiliados y simpatizantes. Tal parece que de
allí va a salir alguien convencido de votar a tal o cual candidato, cuando en
realidad los que asisten ya están convencidos de ello. Los mítines son
derrochar por derrochar, a sabiendas de que no sirven para nada. Hoy lo que
prima es Bertín, Sálvame, El Hormiguero, El Intermedio, Los desayunos de equis
equis, Qué tiempo tan feliz, Un tiempo nuevo, subir en globo o en un coche de
carreras, saber tocar la guitarra o, si se tercia, participar en Mira quién
baila, si es que dicho programa aún existe. Todo vale con tal de echar unas
risitas, decir cuatro tonterías que nada tienen que ver con gobernar el país,
hablar de generalidades y de no explicar ni una sola medida concreta del programa
que llevan a sus espaldas, escondido en el bolsillo de atrás, para que nadie se
dé cuenta de que está lleno de fatuidades o de medidas que nos pueden cabrear
dentro de pocos meses.
Y
nosotros preocupados por los debates a cuatro, o a dos, o a cinco o a
veintiocho, qué más da. ¡Ay, qué ilusos somos…y qué inocentes!
Al
menos, sigan pasándolo bien y no olviden la sonrisa, que con esta gente el humor,
aunque sea muy muy negro, está asegurado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario