Me
gustaría pensar que todo forma parte de la evolución a que se ve sometido un
partido político en sus inicios, pero el caso de Podemos parece más bien el
desmembramiento de algo que se veía venir desde hace algunas semanas. Hay en
sus filas distintos posicionamientos que chocan entre sí. Si bien, cuando
salieron a la palestra del teatro político español, era un movimiento que creía
ser capaz de cambiar España de arriba abajo, con unos objetivos comunes y con
unas ansias tremendas de transformación de nuestra sociedad que iban mucho más
allá que las de los partidos tradicionales, los del “y tú, más”, donde solo se
sabía y se conoce, como medio de oposición, poner a funcionar ventiladores en
medio de un muladar dirigidos hacia cualquier cosa que se mueva en el lado
contrario, en este momento Podemos se desgaja a cuenta de los protagonismos
particulares de muchos de sus dirigentes.
En
Cataluña, Colau quiere formar un nuevo partido; en Galicia, otro tanto de lo mismo
con el histriónico Beiras; en Madrid, las distintas corrientes de opinión se
fragmentan y se acusan unos a otros de falta de seriedad, mientras Luis Alegre
sigue feliz y más contento que unas pascuas; Sergio Pascual, secretario
responsable de organización, que no se hallará tan alegre como Alegre, es cesado con nocturnidad y alevosía, sin una
rueda de prensa explicativa, al más estilo Rajoy (sin plasma, pero con twitter); entre Errejón
e Iglesias, las aguas ya no bajan tan claras; en Asturies ha surgido un nuevo movimiento de oposición a las tesis de
la dirección regional; por el país Vasco, más de lo mismo con dimisiones
incluidas; en La Rioja, más; y así por otros rincones de España.
No
obstante, supongo que una de las razones por las que este partido se ha vuelto
loco pasa por el afán de diosismo que
acompaña desde hace meses a Pablo Iglesias. Es impensable, de momento, oírle
decir algo en clave de equipo. Su opinión y creencias han de ser tomadas como
la palabra del dios podemista y es impensable su refutación. Desde la famosa
lista plancha con la que se presentaron a las elecciones, y que se sacaron de
la manga para arrinconar la opinión contraria de muchos simpatizantes, se veían
venir estos encontronazos. Ahora, en este Podemos, no saben cómo arreglar los
entuertos, a pesar de que intenten dar una idea de unidad que ya no existe.
Se
me ocurre, pues, que no tardando mucho llegarán a algún tipo de acuerdo con el
PSOE para investir a Sánchez. De verdad, no me imagino a este Podemos de hoy enfrentado a
unas nuevas elecciones en las que, mucho tendrían que cambiar las cosas en cuatro días para evitarlo, llevaría todas las de perder.
Sigan
ustedes disfrutando y prepárense para las mini vacaciones que llegan, pero
siempre con la sonrisa en el rostro.
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