Son esas, tus
sonrisas, las que me espolean,
tus ojos luminosos
los que me alientan,
tus palabras con
lengua de trapo las que me infunden
las ganas de vivir deliciosamente
el día a día a tu
lado, cuidándote, queriéndote, mimándote,
aunque al tiempo,
todas mis neuronas,
miedos de abuelo, sobrecogiéndome
irracional
ante cualquier aflicción
tuya figurada fantasiosamente
por mi mente febril, temerosa
y calenturienta
Son esos, tus
abrazos, los que funden mi alma,
tus besos los que
acaparan todo mi amor,
tus caricias suaves
en mi cara las que me conmueven
hasta no saber qué
hacer sin tenerte cerca,
transformado, en un simple
instante tumultuoso,
en un insignificante
y traslúcido espíritu errático,
en un fantasma solitario
en busca de destino.
Son tus despertares
somnolientos los que me abren al día,
tus pasos titubeantes,
aún quejosos por madrugar,
los que me obligan a
andar,
quienes me despiertan
a la vida,
porque sin tu existencia
no amanece nunca,
permanezco
desconcertado, deambulando de un lado a otro,
como un sonámbulo con
rumbo a ningún sitio,
alelado, lagañoso y
embotados los sentidos,
ausente de la
realidad.
Así hora tras hora,
día tras día,
así siempre, mientras
la muerte respete mi caminar.
Continúen con el fin de semana y que la sonrisa siga en sus caras.
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