sábado, 15 de diciembre de 2018

¡¡GASTADO!!


        Cuando llegué a su casa, me recibió a la puerta, me agarró de la mano sin darme ni siquiera un beso o un buenos días y, corriendo, me llevó casi a rastras detrás de ella hasta la cocina. Estaba nerviosa. Había empezado el último mes del año y éste era especial para ella
-¡Diciembre, Tito, ya estamos en diciembre!- La niña, excitada por el acontecimiento, se dirigió hacia la puerta de la nevera donde, por medio de un imán, colgaba un calendario pequeño.
-Fue lo primero que hizo cuando se levantó: venir a las carreras y arrancar la hoja del mes de noviembre- me habló su padre desde el salón donde ordenaba cuidadosamente en una estantería unos muñecos de la cría que ella había colocado un poco al tuntún la noche anterior.
-Sí, Tito, mañana vienen Nino y Tata para adornar la casa- me contó ella entre risas.
Luego, señaló con el dedo índice izquierdo hacia la palabra diciembre y fue silabeándola como si estuviese saboreando un bombón de chocolate: di- ci- em- bre, tal cual, así, mal. El dedo se deslizaba con una inusitada rapidez por las letras; ella aún no sabía leer y solo conocía las letras, su nombre. O sea que di-ci-em- bre. Tal vez le sonaba más rotundo pronunciado de esa manera. Cuando la corregí, di-ciem-bre, ella me miró de refilón y…ni caso, vaya.
Las Navidades son fechas de alegría y satisfacción para ella, está casi todo el resto del año anhelando su llegada. A fin de cuentas, el veinticinco es su cumpleaños y, además, viene Papá Noel, como no se cansa de recordarnos y repetirnos en cualquier momento.
-Veinticinco de diciembre, fun, fun fun- cantaba ahora mientras indicaba la fecha con el dedo en el calendario.
-¿Pero qué pasa ese día, Celia?- pregunté haciéndome el ignorante.- ¡Ah, sí, que es Navidad! Qué despiste tengo, cielo.
-¡Que no, Tito!- me miró con los ojos abiertos como platos.- ¡Que…
-¿Ah, no?- la corté.-Pues siempre creí que era ese día. Será que este año lo cambiaron.
-¡Uffff! ¡¡¡Que es mi cumple, Tito!!!- me chilló para que no hubiese duda de que yo lo oía y me daba por enterado de una vez por todas.- ¡Ay!, siempre andas un poco loco, eh- y colocó su dedo índice derecho en la sien realizando el gesto de atornillar algún tornillo flojo.
-¡Loco! ¿Quién, yo?- le respondí como si estuviese intrigado y al mismo tiempo molesto con ella.
-Bueno, loco, no- me soltó clavando sus ojos en mí, tal vez creyendo que me había molestado.- Pero estás viejo y te olvidas de las cosas- razonó muy seria.
-¿Así que estoy viejo, eh?- me mostré ofendido y puse cara de enfadado, como si aquellas palabras me doliesen un montón.
-Bueno, viejo, viejo…no- Y se quedó pensativa un par de segundos antes de soltarme: ¡¡Gastado, estás gastado, Tito!!- y salió corriendo con una sonrisa enorme en su cara hacia su padre, que la aupó a su cuello y me miraba intentando contener la risa.
Y yo no me pude contener tampoco al verla a ella voltear la cabeza sonriendo, mientras sus labios formaban nuevamente aquel adjetivo: ¡¡Gastado, Tito, gastado!!

Sigan disfrutando del último mes del año. Seguro que estos días aflorarán sonrisas más fácilmente, no  se corten y háganlo con todas sus fuerzas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario