Cuando llegué a su casa, me recibió a la
puerta, me agarró de la mano sin darme ni siquiera un beso o un buenos días y,
corriendo, me llevó casi a rastras detrás de ella hasta la cocina. Estaba nerviosa.
Había empezado el último mes del año y éste era especial para ella
-¡Diciembre, Tito, ya estamos en diciembre!-
La niña, excitada por el acontecimiento, se dirigió hacia la puerta de la
nevera donde, por medio de un imán, colgaba un calendario pequeño.
-Fue lo primero que hizo cuando se levantó:
venir a las carreras y arrancar la hoja del mes de noviembre- me habló su padre
desde el salón donde ordenaba cuidadosamente en una estantería unos muñecos de
la cría que ella había colocado un poco al tuntún la noche anterior.
-Sí,
Tito, mañana vienen Nino y Tata para adornar la casa- me contó
ella entre risas.
Luego, señaló con el dedo índice izquierdo
hacia la palabra diciembre y fue silabeándola como si estuviese saboreando un
bombón de chocolate: di- ci- em- bre, tal cual, así, mal. El dedo se deslizaba
con una inusitada rapidez por las letras; ella aún no sabía leer y solo conocía
las letras, su nombre. O sea que di-ci-em- bre. Tal vez le sonaba más rotundo pronunciado
de esa manera. Cuando la corregí, di-ciem-bre, ella me miró de refilón y…ni caso,
vaya.
Las Navidades son fechas de alegría y
satisfacción para ella, está casi todo el resto del año anhelando su llegada. A
fin de cuentas, el veinticinco es su cumpleaños y, además, viene Papá Noel,
como no se cansa de recordarnos y repetirnos en cualquier momento.
-Veinticinco de diciembre, fun, fun fun-
cantaba ahora mientras indicaba la fecha con el dedo en el calendario.
-¿Pero qué pasa ese día, Celia?- pregunté
haciéndome el ignorante.- ¡Ah, sí, que es Navidad! Qué despiste tengo, cielo.
-¡Que no, Tito!- me miró con los ojos
abiertos como platos.- ¡Que…
-¿Ah, no?- la corté.-Pues siempre creí que
era ese día. Será que este año lo cambiaron.
-¡Uffff! ¡¡¡Que es mi cumple, Tito!!!- me
chilló para que no hubiese duda de que yo lo oía y me daba por enterado de una
vez por todas.- ¡Ay!, siempre andas un poco loco, eh- y colocó su dedo índice
derecho en la sien realizando el gesto de atornillar algún tornillo flojo.
-¡Loco! ¿Quién, yo?- le respondí como si
estuviese intrigado y al mismo tiempo molesto con ella.
-Bueno, loco, no- me soltó clavando sus
ojos en mí, tal vez creyendo que me había molestado.- Pero estás viejo y te
olvidas de las cosas- razonó muy seria.
-¿Así que estoy viejo, eh?- me mostré ofendido
y puse cara de enfadado, como si aquellas palabras me doliesen un montón.
-Bueno, viejo, viejo…no- Y se quedó
pensativa un par de segundos antes de soltarme: ¡¡Gastado, estás gastado, Tito!!-
y salió corriendo con una sonrisa enorme en su cara hacia su padre, que la aupó
a su cuello y me miraba intentando contener la risa.
Y yo no me pude contener tampoco al verla a
ella voltear la cabeza sonriendo, mientras sus labios formaban nuevamente aquel
adjetivo: ¡¡Gastado, Tito, gastado!!
Sigan disfrutando del último
mes del año. Seguro que estos días aflorarán sonrisas más fácilmente, no se corten y háganlo con todas sus fuerzas.
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