Hay días que me levanto con el pie izquierdo. Luego, leo el periódico, veo la tele u oigo la radio y...¡plaff!
Por enésima vez, un montón de carreteras
catalanas se hallan cortadas por comandos de jóvenes, en su mayoría, que,
dicen, actúan de forma pacífica. No lo entiendo. Primero, si son tan suyos y tan
responsables de sus actos, a santo de qué viene el que se encapuchen, lo mismo
en estos actos que en otros. A esos, lo siento, no los llamo más que cobardes y
a quienes consienten que eso suceda así, otro tanto de lo mismo. Tanto protestar
por el uso de trajes en la mujer árabe porque se tapan la cara siguiendo los
preceptos religiosos, o eso nos quieren hacer creer a quienes tampoco lo
entendemos, incluso prohibiendo la
entrada en centros públicos, y, mientras, se permite a esos insensatos, por
calificarlos de forma leve, que te armen la marimorena por calles y carreteras
sin tomar cartas la autoridad competente en el asunto apelando a la libertad de
expresión y al pacifismo de las protestas. ¡Anda ya! ¿Dónde queda la libertad
de los conductores atascados durante horas o la de la gente que quiere pasear
tranquilamente por las calles? Lo siento, pero cada vez me vuelvo más radical,
si es que lo es creer que hay determinadas acciones que chocan directamente
contra el respeto que se debe tener en cualquier circunstancia hacia aquellos
que no piensan como tú. Hay conductas que no se pueden permitir ni a unos ni a
otros. Y menos aún, cuando esas conductas acarrean sinsabores a otros
ciudadanos. Porque lo de manifestaciones pacíficas no se lo cree nadie que vea
las imágenes, a excepción de que se sea tan ingenuo que se piense que la
violencia solo es aquella que va acompañada de golpes. Y si no, que se lo
pregunten a los cientos o miles de personas que han vista alterada su vida
personal y/o laboral a causa de estos incidentes consentidos, que han visto
perjudicados sus intereses personales y/o económicos a causa de grupúsculos
fascistas, cobijados bajo una bandera inventada hace cuatro días, un trapo
pintarrajeado como son todas ellas, que solo ven la verdad y la democracia en lo
que ellos defienden y fuera de ahí no hay nada más.
Se acabó, no puedo más. Me
había prometido no volver a meterme en estos berenjenales, pero a veces la
mente se me ofusca. De verdad, no pierdan la sonrisa, aunque en ocasiones no
sepan ni de qué se ríen.
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