viernes, 21 de diciembre de 2018

LEVANTÁNDOSE CON EL PIE IZQUIERDO


Hay días que me levanto con el pie izquierdo. Luego, leo el periódico, veo la tele u oigo la radio y...¡plaff!
Por enésima vez, un montón de carreteras catalanas se hallan cortadas por comandos de jóvenes, en su mayoría, que, dicen, actúan de forma pacífica. No lo entiendo. Primero, si son tan suyos y tan responsables de sus actos, a santo de qué viene el que se encapuchen, lo mismo en estos actos que en otros. A esos, lo siento, no los llamo más que cobardes y a quienes consienten que eso suceda así, otro tanto de lo mismo. Tanto protestar por el uso de trajes en la mujer árabe porque se tapan la cara siguiendo los preceptos religiosos, o eso nos quieren hacer creer a quienes tampoco lo entendemos,  incluso prohibiendo la entrada en centros públicos, y, mientras, se permite a esos insensatos, por calificarlos de forma leve, que te armen la marimorena por calles y carreteras sin tomar cartas la autoridad competente en el asunto apelando a la libertad de expresión y al pacifismo de las protestas. ¡Anda ya! ¿Dónde queda la libertad de los conductores atascados durante horas o la de la gente que quiere pasear tranquilamente por las calles? Lo siento, pero cada vez me vuelvo más radical, si es que lo es creer que hay determinadas acciones que chocan directamente contra el respeto que se debe tener en cualquier circunstancia hacia aquellos que no piensan como tú. Hay conductas que no se pueden permitir ni a unos ni a otros. Y menos aún, cuando esas conductas acarrean sinsabores a otros ciudadanos. Porque lo de manifestaciones pacíficas no se lo cree nadie que vea las imágenes, a excepción de que se sea tan ingenuo que se piense que la violencia solo es aquella que va acompañada de golpes. Y si no, que se lo pregunten a los cientos o miles de personas que han vista alterada su vida personal y/o laboral a causa de estos incidentes consentidos, que han visto perjudicados sus intereses personales y/o económicos a causa de grupúsculos fascistas, cobijados bajo una bandera inventada hace cuatro días, un trapo pintarrajeado como son todas ellas, que solo ven la verdad y la democracia en lo que ellos defienden y fuera de ahí no hay nada más.
Se acabó, no puedo más. Me había prometido no volver a meterme en estos berenjenales, pero a veces la mente se me ofusca. De verdad, no pierdan la sonrisa, aunque en ocasiones no sepan ni de qué se ríen.

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