domingo, 28 de marzo de 2010

FELISA (capítulo 5)

(De Felisa y los razonamientos de la del Río)
Habíamos quedado en que Felisa se había recobrado de la sorpresa.
-Mira, nutria, me llamo Felisa, y tengo un problema: he de cruzar y del puente sólo quedan cuatro tablas. No sé qué hacer. Resulta que...- explicaba con cara compungida.
Pero la nutria la interumpió bruscamente.
-Primero, niña, educación. Me llamo Nutria Fernández del Río, no nutria a secas, ¿de acuerdo?- la cría la miraba con cara de incredulidad, pues nunca en los cuentos ni en el cine (permítaseme la licencia) los animales hasta aquel día habían tenido apellidos- Y segundo, te diriges a mí tratándome de usted. Para ti, Srta. Fdez, del Río, ¿me has oído?- Felisa asintió cabizbaja ante tal regañina-.¡Pero bueno con la cría esta, qué desfachatez! ¿A qué colegio irás que no te enseñan lo más básico de las relaciones con tus mayores? ¿Acaso crees que sólo son dignos de respeto servil aquellos seres que se hallan por encima del bien y del mal o que ya están gozando de su paraíso? Supongo que tus padres te mandarán a alguno de esos donde prima el uniforme monjil, el ángelus a la hora en punto y que les dejen sus buenos dineros a fin de mes, y entresemana si se tercia, para que sigan engordando siempre los mismos que se dan golpes y golpes en el corazón con una mano en señal de contrición por sus pecados, mientras con la otra azota y denigra a quien no piense como ellos.- Y la Srta Fdez, agotada por el esfuerzo de la diatriba, se echó hacia adelante y pasó de la posición de sentada a la de tumbada, arrellanándose cómodamente sobre la hierba.
Felisa quedó patidifusa. ¡Vaya perorata que le había soltado! ¿A qué se refería aquel bigotudo y estilizado animal? ¿Acaso tendría intenciones inconfesables para con ella?
Viéndola allí. con aquella expresión satisfecha en el rostro, propia de alguien que vació el buche a conciencia después de no haber tenido con quien hablar en mucho tiempo, Felisa no paraba de darle vueltas al asunto. ¿Qué estaría a punto de hacer aquella nutria sudorosa y maloliente? ¿Acaso no sabía lo que eran el Fa o el Rexona? (¡Ah, que aún no se habían inventado los desodorantes! Ya, pero un buen baño sí que estaba más que permitido y recomendado por todas las comunidades médicas del mundo.¿O vais a decirme que no?). Apestaba a truchas y a fango del río, contaminado hasta el fondo por todos los desechos que a él iban a parar procedentes de todas las aldeas, pueblos y villas de alrededor
(Y es que entonces todavía se hallaban estos lugares habitados como ahora, sin una purificadora/ depuradora de excrementos adecuada, pero admitiendo sus conciudadanos su parte proporcial de culpa. En cambio hoy le echamos la culpa al cambio climático, a la contaminación de los cuescos de las vacas, al exceso de población en las grandes urbes, a la gran vida que se dan los animales acuáticos cuya consecuencia es el exceso al vaciar los esfínteres en su hábitat, a la gente que se baña en la playa o en el río sin haberse duchado previamente, a los coches pero no a los yates,...¡Hay tantas cosas, queridos míos!
Así que, ante tal aluvión de razones, lo mejor es negar que exista la contaminación; se paga a un comité de expertos para que lo expliquen en los medios y ya está. Un amigo del cuñado de la abuela de mi sobrino, miembro de un renombrado comité de científicos conocidos en su casa, harto de tantos comentarios "infalibles" acerca del tema, fue a un programa de TV, ese de "Y da vueltas y vueltas, y no me salva nadie del mareo", y espetó a la audiencia esta frase lapidaria que dio la vuelta al mundo rápidamente: No existe la contaminación, ni la hubo ni la habrá, al menos mientras los que mandan nos sigan pagando; si alguna organización la quiere, que pague más; estamos dispuestos a dar la razón y a llegar a donde haga falta con nuestras investigaciones por el bien de la humanidad y por el bien de quien más nos ofrezca.
Al día siguiente le ofrecieron el cargo de Ministro de Medio Ambiente, pero se negó aduciendo que ese Ministerio no tenía mucho futuro. Lo nombraron entonces Consejero de un Banco. ¡Y qué bien vive!
Así que los que mandan siguen, con los impuestos de ayer, hoy y mañana, sentados en su sillón, pagando caprichos y componendas a los más allegados y poderosos, a los dueños de todo que, al tiempo, son los que nos dan de comer, nos dan trabajo para que nosotros en nuestras casas dispongamos de lo necesario para contaminar el río y, ante hechos así, salgamos a la calle pidiendo elecciones en las que obtendrán los votos los mismos de siempre que se volverán a sentar en los mismos o semejantes sillones , con lo que se cierra el círculo; es decir, la pescadilla que se muerde la cola, si es que le queda ya algo de tanto morder.
Y vuelta y vuelta, y a girar la historia hasta que, hartos, a todo callamos, no vaya a ser que, en una de estas, dejemos de contaminar, lo cual equivaldría a decir que estaríamos en la ruina total, yendo a los comedores sociales y durmiendo en las calles. Callamos y callamos, excepto cuatro ecologistas que, por lo visto, desvarían y no tienen otra cosa que hacer, mientras viven cómodamente en las ciudades, donde no les falta de nada.
Por lo tanto, nunca nuestros políticos admitirán lo de la mierda y la contaminación en la que nos vemos envueltos; se estarían retratando por su ineficacia o su interés y eso no lo dirían jamás de los jamases. Como mucho, admitirán contaminado un arroyito perdido y sin importancia, ¡pero un río lleno de mierda...! Por favor,¡eso ellos no lo consentirían! Pero, ¿en qué país vivimos?
¡Jolín, me enrollo con cualquier cosa, y acabo los capítulos por el aire! Lo siento. Mañana más.
Saludos y feliz domingo.

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