Leo
en la prensa que a una mujer le caerán unos meses de condena por dejar morir a
un perro de hambre.
Es,
como mínimo, chocante que noticias de este calibre aparezcan con estos
titulares en negrita y un tamaño de fuente mayor de lo habitual para hacernos
leer y entender a los compradores de prensa hasta dónde puede llegar la ley en
nuestro país. Los que no se acercan al periódico se quedarán a la luna de
Valencia, pero eso es lo de menos. Lo que es más chocante aún, a poco que lo
pensemos, es que a los responsables de que varias decenas de personas hayan
fallecido desde hace un tiempo acá por la maldita hepatitis C no se les acusa
de nada. Vale más la vida de un perro que la de una persona y así nos va con
estas joyas que nos gobiernan desde hace años. Porque no es cuestión de que una
bolsa de comida para canes sea más barata que la medicina contra esta
enfermedad infecciosa que afecta al hígado de muchos enfermos y que incluso los
manda al otro barrio. La vida de la gente nunca puede depender del costo de un
fármaco, por más que un laboratorio determinado se empeñe en cobrarlo a un
precio abusivo; la vida de la gente, habiendo remedio para salvarla, depende de
quienes han de ser garantes de nuestra salud y no sirve poner paños calientes
ni retrasar las medidas ante hechos así. Y si no lo hacen, entonces, como a la
mujer del perro, ha de juzgárselos y condenarlos a la pena que sea. Y es que los causantes de una muerte, ya sea la del
perro por falta de comida o la de la persona por falta de medicinas, han de pagarlo
afrontando cada uno la responsabilidad que tenga y sufriendo la condena que le
corresponda. Sería lo justo.
Pasen
un buen día y sigan con la sonrisa en su cara.
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