Ya
han quedado atrás las elecciones andaluzas. La tragedia del avión alemán acabó
ipso facto con cualquier tema relacionado con ellas. Solo, como en un aparte,
se hacen eco de ellas para intentar extrapolar sus resultados al resto de
España en los próximos comicios municipales y autonómicos que se avecinan y
para los que ya han empezado las campañas electorales de forma encubierta, pero
más que abusiva para los ciudadanos, los cuales vemos con auténtico asombro
como, en vez de gobernar, nuestros políticos se han echado a la calle para
intentar volver a ocupar un puesto que les permita volver a reírse de todos
nosotros, si no a carcajadas, si por lo bajo y en la intimidad, como diría
Aznar del catalán. Lo digo sobre todo, como se pueden imaginar, de los que
actualmente ocupan cargos de responsabilidad y para los que fueron elegidos por
los ciudadanos en anteriores sufragios electorales. Los de la nueva hornada aún
no han llegado a ello, se afanan, eso sí, por conseguir su lugar en los
próximos aparatos de poder. Además, no dudan un instante en presumir de su independencia
con respecto a los grandes partidos, amén de darles palos por doquier con tal
de desacreditarlos; lo mismo, pero al revés, lo hacen los otros respecto a
ellos. Eso es la política en España, supongo que en el mundo, dar garrotazos al
contrario donde más les duele o sacarle moratones incluso de lugares donde
antes no había más que piel impoluta. Pero todo vale.
Dicen
que el que da primero da dos veces, pero todos ellos se han enzarzado en tal
pelea que ya no sabe uno a qué atenerse. Si al menos sirviese este combate
pseudialéctico, como otros de la misma índole, para que los españoles
supiéramos qué decisión tomar. Pero mucho me temo que a la postre todo va a
quedar reducido a un batiburrillo de siglas que nos van a conducir a poco. A
ver si me equivoco.
Mientras,
sigan siendo lo más felices que puedan, sin olvidar jamás la sonrisa.
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