Es increíble lo que nos pasa a los españoles. Oímos, nos
enteramos de la cantidad de casos de corrupción, de cohecho, de financiaciones
ilegales, de mentiras, de disculpas peores que reconocer la verdad, y vemos a
los dirigentes de partidos o de centrales sindicales intentar esquivar
cualquier tema que les afecte mientras atacan inmisericordes a los demás por
las mismas acciones semejantes que ellos mismos han cometido. Y a todo esto los
ciudadanos, la mayor parte, no respondemos como deberíamos hacerlo sino
echando, si cuadra, las manos a la cabeza, aunque lo más fuerte que se nos
ocurre decir ante tamaña cantidad de irrespetuosidad para con nosotros es
pensar en que todos son iguales. Estamos en un país sin remedio; a lo largo de
la historia, con episodios más bien cortos y con final infeliz, nunca hemos
sabido cómo hacer para que nuestros representantes lo fueran de verdad y no
solamente de sus propios intereses.
Hoy son los casos de Convergencia, del PP, del PSOE, de la
UGT, de IU, etc. Durante los últimos años de partidocracia y sindicatocracia nos han tomado el pelo de lo lindo mientras
nos dedicábamos a ir a las urnas a votar por aquellos que más nos tocaban las
narices. Cada año que pasaba se iban descubriendo casos y más casos de corrupción
de unos y de otros, de actos ilícitos, cometidos por los representantes de esos
grupos cerrados sin que nadie levantara la voz. Todos pensábamos, porque nos lo
metieron por la cabeza y nos lo meten día tras día que, si esos partidos o esas
agrupaciones desapareciesen, esto iba a
ser el fin del mundo. Creo que lo han hecho tan bien que aún en este momento lo
seguimos sospechando y por eso no nos movemos como deberíamos hacerlo, a
excepción de grupos de personas que salen a la calle a expresar su
disconformidad con este sistema actual que nos gobierna y a quienes insultan
desde todos los ámbitos porque se salen de la cuerda que tan bien han tejido
para nosotros, o bien se apropian de sus ideas para intentar llevarlos a su
redil. No obstante, a poco que echemos a andar nuestros pensamientos de un modo
coordinado, nos habremos de dar cuenta que esto no es la democracia que nos
vendieron hace cuarenta años; esto de hoy es más una manera de perpetuarse en
el poder los mismos para vivir a nuestra cuenta a cuerpo de rey.
Si fueran respetuosos y consecuentes con lo que verdad
significa ser demócratas, muchos hoy estarían poniendo su cargo a nuestra
disposición e intentando dar la cara con la mayor dignidad posible. Pero no es
así.
Dicen por aquí que una cosa es joder y otra tirar de los
pelos. Pues bien, ellos hacen ambas cosas. Y nosotros, ejemplo del masoquismo absoluto, lo soportamos incluso con cara de felicidad.
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