El dolor causado en los familiares de víctimas del
terrorismo etarra debido a la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
nos puede dejar en fuera de juego y llegar a elucubrar respuestas más o menos
fogosas pensadas a bote pronto, pero que de ningún modo pueden soslayar la
legitimidad con que se ha pronunciado. Seguramente infinidad de esas personas
hoy han recordado a aquellos que han sido asesinados por un terrorismo atroz
que barrió nuestra nación durante muchísimos años, pero de ahí a que la AVT
denuncia la sentencie del tribunal y se rompa las vestiduras ante lo que
consideran un resquebrajamiento de nuestro estado de Derecho va un abismo.
Nadie puede olvidar que precisamente nuestro estado de
derecho está sometido también, nos guste o no, a una serie de legislaciones de
índole comunitaria que no dejan de ser parte del sistema judicial español. Así
pues, solamente nos queda una solución: respetar la sentencia y aplicarla en su
justa medida de acuerdo con las recomendaciones marcadas para evitar que se
vulneren derechos fundamentales del ser humano.
Sí, a todos nos rechinan las neuronas ante semejante
postura, pero no debemos echar balones fuera ni hablar de las tonterías
habituales referentes a que no se puede hacer caso a injerencias de otros. Nosotros
estamos donde estamos porque así lo deseamos todos los españoles, o casi, y por
lo tanto las leyes están para cumplirlas. Otra cosa hubiese sido que desde el
año 1974 hasta la doctrina Parot hubo tiempo más que de sobra para adecuar las
leyes a los nuevos tiempos y ningún partido se molestó en ello. Cuando se
acordaron de ello, ya era tarde. Igualito que siguen haciendo ahora con todo,
con esto y lo demás. Fijaos que, ante este hecho que a todos nos ha hecho
hervir la sangre, todos echan balones fuera y ninguno quiere aceptar sus
propios errores.
¿Cuántas veces no se han carcajeado ustedes cuando a un
reo le caen mil o dos mil o tres mil años de cárcel? Y digo carcajeado por no
escribir algo relativo a lo que a cada uno de nosotros nos pasa por la cabeza
cuando nos enteramos de ello, algo sobre los autores de unas leyes que permiten
semejante barbaridad, porque saben que los sentenciados en cuatro días estarán
en la calle ya que quienes tendrían que preservar la justicia en nuestro país
mediante leyes adecuadas estuvieron y están más a gusto tirándose los trastos a
la cabeza y rivalizando a ver quién tenía y tiene más casos de corrupción
abiertos en sus filas.
Por eso, tal vez deberíamos de pensar y preguntarnos quiénes son los culpables de semejante desaguisado antes de despotricar contra el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.
Sigan bien, sonrían y sean felices.
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