viernes, 2 de enero de 2015

DE ESTRENO


Ha comenzado 2015 con heladas. El frío cala hasta el tuétano. Durante dos o tres horas a mediodía se puede sentir el sol que calienta algunas partes de la villa, porque otras quedan en la sombra y pasear por ellas no alivia en nada esa sensación que desde bien temprano hiela las manos y la cara del madrugador. No se sabe muy bien si uno desea que el tiempo se mantenga así o que llueva, aunque sea a cántaros.
No obstante, este nuevo año se me antoja estupendo. Hace ya ocho días que me llaman abuelo, buelu, güelu, güelito, abuelito, güelón, etc., todas ellas variables de la misma condición recién estrenada. Y el sentimiento de alegría aún no se me ha ido ni creo que lo haga jamás. Este nuevo estado, tener una nieta, es algo tan especial que parece que voy flotando por la calle, en casa o incluso sentado o en la cama. Y la sonrisa no desaparece de mi cara desde que me levanto hasta que me acuesto. Quiero pensar que, incluso durmiendo, si me hiciesen una foto o me grabaran, seguiría sonriendo.
Y no es para menos. Hace más de treinta y cinco años que no había tenido una sensación semejante, cuando nació mi hija. Pero, no sé por qué, esta otra es distinta. Mientras que en la primera la responsabilidad total cargaba sobre uno sabiendo que el nacimiento de un hijo te obliga a ver la vida de otra manera diferente, este otro caso, el de la nieta, es algo inenarrable, que no se puede explicar o en el que, al menos, me siento indefenso para hacerlo. Se puede entender, creo, por parte de quienes ya han disfrutado de este momento. Como dicen los expertos en esto de ser abuelos, la tarea que nos corresponde ahora es consentir a la nueva generación, mientras que los padres han de cargar con la responsabilidad de su educación; no existe aquel miedo al qué será de ella que tenías como progenitor, sino que existe el temor a no chocar con tus hijos sobre la manera que tengas de tratar a los hijos de ellos. Difícil, sí, pero no imposible. El tiempo irá colocando cada cosa en su lugar y la mejor manera de hacer que su educación sea la mejor, supongo, pasará por la concordia, el diálogo y las mejores intenciones de cada uno de los implicados en ello. Y, aunque por experiencia sé que más de una vez chocaremos en la forma de ver las cosas relativas a ella, de momento, de la cabeza, no se me va el que voy a consentirla como el que más, como mínimo.

Que tengan un 2015 lleno de salud y felicidad y que la sonrisa no se les olvide ni un solo día.

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