Ahora se ponen calientes, abrasadoras, las siglas J.M. ¡Qué envidia han de tener a estas dos letras el resto del abecedario!
Resulta que Bárcenas, que ha sido capaz de mostrar un contrato limonero legal por cien
mil euros para intentar justificar parte de su fortuna, coloca al dueño de la jota y la eme
mayúsculas en el punto de mira de toda la opinión pública. Lo que sucede es que
esas siglas o como se llamen pueden pertenecer a más de una persona. Es
sorprendente que J.M. haya sido el que le indicó al ex tesorero a quien había
que entregar esos sobrecitos tan cargados de billetes, porque entonces todos
los pensamientos de la gente tienden hacia una sola dirección: su jefe más
inmediato. Claro que también se abre la posibilidad de que correspondan a otras personalidades del
partido. Será interesante el día que Bárcenas haga saber el significado de
J.M., porque supongo que lo hará a no ser que lo suelten de su residencia
actual cuanto antes. Ya veo a muchos de sus ex compañeros, si sucediese esto,
hablando de que no se puede creer a un delincuente, a alguien que defraudó a
Hacienda, a un individuo que ha hecho una fortuna de mala manera, mientras que
J.M. y sus amigos son personas de una honradez intachable como lo han
demostrado a lo largo de tantos años. ¡Ja, ja! ¿A quién creeremos los españoles con lo que estamos viendo?
Quién sabe, a lo mejor la próxima semana nos lo descubren esos tres
anteriores secretarios generales que van a pasar por el juzgado, aunque no creo
que de su boca salgan más que mentirijillas o trolas más grandes que un
crucero, según les pregunten, encaminadas a demostrar su propia inocencia. ¡No
van a tirarse ellos mismos los trastos a su propia cabeza! Aunque me encantaría
ver y oír, por ejemplo, a Cospedal explicarle al juez el finiquito del
innombrable.
Entretanto,
J.M. seguirá por ahí tan pancho riéndose de todos nosotros. A ver hasta cuándo.
Es más, si se descubre sin lugar a dudas su identidad, ¿qué le harán? Casi
apostaría sobre seguro: nada.
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