¡Y a Siria le va a caer la gorda!
Hace bastante tiempo que comenzó en este país una guerra
civil que no tendría fin mientras las cosas estén donde están. Y hace unos días,
en plena visita de los inspectores de la ONU, solo a su presidente se le
ocurre, si se demuestra fehacientemente que fue el responsable de ello, lanzar
bombas químicas contra los sublevados. O es tonto del culo o piensa que es
inmune a cualquier acto que suponga su derrota. Tal vez esté harto de esta
contienda y busque una salida para su propio interés personal.
El caso es que el gas sarín es localizable fácilmente y no
hay marcha atrás en cuanto a su uso: cientos de muertos inocentes, la perversidad elevada a la enésima potencia.
Y cuando esto sucede, entonces en occidente por fin nuestros dirigentes se dan cuenta de que no se puede consentir algo semejante, a pesar de los
cientos de muertos anteriores de los que se pasó olímpicamente, a excepción de
algunas lágrimas cebolleras y cocodrilianas.
Cuando el asunto por fin es tan grave que requiere de una
reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, sus representantes oyen campanas y
no saben donde suenan porque no les interesa mucho. Cada uno pone el oído para
un sitio distinto. Y entretanto ahí metidos hay dos países al menos que tiran
petardos con el fin de ahogar el sonido del campanario. Como es lógico, no se
llega a un acuerdo, ya sabemos que es casi prácticamente imposible. Así pues, el
sheriff decide que intervendrá atacando posiciones militares gubernamentales
sirias; a él se unen inmediatamente Francia, con su chauvinismo crónico como
excusa para desviar sus problemas internos, y Gran Bretaña, los peleles que
siguen a EEUU hasta el infierno si es necesario. El resto de países, de
momento, se callan ya que no hay ninguna resolución de la ONU que autorice
semejante paso, aunque algunos por ganas.... Pero eso a estos tres países les importa un comino, están por
encima del bien y del mal, se autoconvierten en dioses capaces de decidir sobre
lo bueno y lo malo de este mundo. Seguramente andan escasos de héroes o bien sus presidentes creen que así pueden subir en las encuestas o hay que hacer pruebas con armas nuevas, para lo cual nada mejor que las cobayas humanas de otro país.
Aún tengo grabado en mi retina la guerra de Irak y su
Tormenta del Desierto, aunque ahora nos han cambiado a Francia por la España
cañí aznariana. Si lo que uno lee es cierto, en esa guerra que tan bien montaron
los yankis para su beneficio económico se usaron en más de una ocasión gases,
es decir, arsenal químico. ¿Quién protestó entonces? Nadie. ¡Qué cosas, verdad!
El noventa y pico por ciento de las naciones del mundo no
son más que un puto rebaño de borreguitos incapaces de darles el alto a estos
poderosos, que lo son solo porque nadie les dice cuatro verdades, porque se les
sigue besando el culo a pesar de que su mierda nos afecta a todos.
Y entretanto Oriente Medio se está convirtiendo día a día en un polvorín que nos llevará algún día a todos por delante si no se ponen medios diplomáticos serios para solucionar los graves problemas que acontecen en esa franja de nuestro planeta. Tiempo al tiempo, aunque deseo de todo corazón equivocarme y disfrutar de mi yerro.
Un saludo. Aprovechen el día y sonrían,
que es gratis.
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