jueves, 11 de febrero de 2016

HABLANDO SOLO


-¡Se acabó, no se pasa ni una más! Y dice una cosa así tan tranquilo, como si la gente se lo creyese, como si los ciudadanos no estuviésemos siendo bombardeados a todas horas por los medios haciéndonos saber cualquier caso de corrupción o amoral, del partido que sea, que les suceda a esos dignos Patres Patriae que han sido elegidos en elecciones libres, pero que han sido hallados culpables de algo por no haber cumplido con la palabra dada o por haber ido a un sastre que les puso sacos por bolsillos. Unos Patres que siguen en sus cargos o en otros similares y a los que se les permite el derecho de pernada, perdón, de aforamiento, aunque no creo que lo hagan para que los ciudadanos creamos cada día más en ellos, como si fuesen unos señores o unas señoras honrados a carta cabal y sin nada que esconder. ¡Estos del PP son de lo que no hay!

A veces me ocurren cosas de estas: ir charlando solo desde el portal al ascensor, retorciéndome de irritación ante palabras lerdas dichas por alguien a quien se le supone un mínimo de inteligencia. Pero hoy no me había fijado en las dos vecinas que cuchicheaban junto a los buzones. Yo venía dándole vueltas a las palabras con las que el aún Presidente de Gobierno arengaba a sus tropas en el Congreso y no reparé en ellas, que oyeron mi última frase mientras me acercaba a ellas. 

-¡Viva Rita y la portera!- exclamó mi vecina del sótano, mirándome como si me fuese a comer.

La vecina del ático fue más explícita:-¡Viva Rita, Rajoy, el PP y las madres que los parieron!- Y sus ojos arrojaban tal cantidad de chispas que bien creí que acababan mis días por combustión instantánea.

-Perdón, perdón, no se pongan así, por favor! Es que iba distraído y…- mi intento de disculpa quedó roto al abrirse la puerta del ascensor. En ese momento, me di cuenta de que aquellas palabras habían sido dichas en un tono de mofa, de cuchufleta, o más bien totalmente soliviantadas ante tal derroche de hipocresía por parte de un político que hace como la avestruz cuando aventura problemas. Y, como me vieron así, un poco parado, temeroso de haberlas disgustado y de que la tirria que le tenían acabasen pagándola conmigo, no se les ocurrió más que volver a gritar ambas frases con todo el ardor y el coraje que les daba saber que sus cónyuges llevaban casi cuatro años comiendo la sopa boba en casa porque no había manera, ni divina ni humana, de encontrar un trabajo.

Ante semejantes expresiones, el del quinto, que había salido del ascensor y se había detenido junto a mí, al advertir el tono de sarcasmo y mordacidad que entrañaban semejantes afirmaciones,  no pudo pasar por delante de ellas sin intervenir. Y vaya si lo hizo.
-Están ustedes buenas para hablar. ¡Vivan las puertas giratorias, el PSOE y las trolas que nos meten! ¡Arriba Trinidad, Salgado y Pedrito, olé por ellos y sus programas de regeneración política!

Y continuó hacia la puerta del portal erguido y ufano, supongo que feliz de haberlas hecho callar.

-¡Ah, buenos días, que la educación no está reñida con la crítica ni con la diferencia de opiniones!- Y se fue tan satisfecho que ni siquiera abrió el paraguas a pesar de la que estaba cayendo.

Yo entré en el ascensor sin esperar ni un segundo. No quería oír lo que saldría entonces de aquellas cuerdas vocales. Ni siquiera quise pararme a pensarlo ni a imaginarlo. Mejor que se las arreglen entre ellos.

-¡Vaya dos, esas vecinas, menudo el del sexto y vaya dos, esos politiquillos ejemplares!- dije en voz alta, mientras salía del ascensor echando la mano al bolsillo para sacar las llaves de casa. Justo en ese momento, el vecino del segundo F que venía hacia mí giró de sopetón bajando por las escaleras, mientras me miraba de forma extraña.

- ¡Vaya día, coño!- pensé esta vez. –Me  meto en casa y no salgo en toda la mañana, a ver si me olvido de las dos, del del sexto, de los dos y del vecino de puerta.

Y aquí estoy, contándolo como si fuese verdad, aunque sin separarse mucho de ella.

Que ustedes sigan bien y la sonrisa sea la dueña del día.

  

 

1 comentario:

  1. Los casos "ficticios" que describes reflejan la pura realidad. Los fanáticos de todos los partidos ( que por desgracia abundan) siguen defendiendo y justificando sus tropelías.
    Y... así nos luce el pelo.

    ResponderEliminar