¡Pobre
Rajoy! Me lo represento como dueño de un circo que se despeña hacia la ruina
más horrorosa que podría haberse imaginado. Vamos, que le han crecido los
enanos, a los payasos se les corre el maquillaje y sus chistes no hacen reír,
los leones se convierten en corderitos mansos y desdentados, los trapecistas
presentan tales síntomas de vértigo que no despegan los pies del suelo, los malabaristas
tienen reuma en las manos y los domadores no se atreven a entrar en la jaula si
no lo hacen armados con lanzallamas, entre otras cosas.
Es
un circo pepero en el que no corre, vuela. No tardarán mucho en escenificar en
público lo que, no es de extrañar que ya lo hagan en privado, sus desavenencias
y su falta absoluta de coordinación en momentos como estos que les toca vivir.
La
falta de un líder en el PP, que habría dispuesto ya hace unos años coger el
toro por los cuernos y dejarse de paños calientes a la vista de lo que iba
surgiendo en el seno de su formación, lo aboca ahora a esto, a ser casi el hazmerreír
de la clase política española y europea. Y digo hazmerreír, porque de lloros ya
está bastante inundada España sufriendo las
consecuencias de una política social llevada a cabo durante los últimos cuatro
años nefasta y desastrosa para la mayoría de los ciudadanos. Si bien es digno
de reconocer también que la otra minoría baila jotas y fandangos cada vez que
ven como sus fortunas crecen y crecen, mientras las esconden en lugares bien lejos
de la Hacienda Española.
Aunque
es verdad que aún en las últimas elecciones unos siete millones de votantes
confiaron en el dueño del circo arruinado, a día de hoy no creo que esos ciudadanos,
puestos al descubierto los penúltimos casos de Valencia, las actuaciones con
Rita Barberá y de la Serna, más el registro de la sede del PP de Madrid, a cuya
presidenta ya no salen a defender a capa y espada como antes, etc. etc., es
lógico pensar que la confianza depositada en este partido se haya deteriorado
lo suficiente como para no pensar en ideas absurdas de gobierno de este país por
su parte.
Tal
vez, y ya lo escribí en ocasiones anteriores, la renuncia de Rajoy y su vieja
guardia, tanto en el Gobierno Central, Congreso y Senado, como en las
Comunidades Autónomas, su paso al banquillo o incluso a la grada, sería lo más
adecuado para que el PP se regenerase de una vez e intentase volver dentro de
una temporada con cuadros dirigentes que no estén salpicados por tantos y
tantos casos de corrupción y de conductas amorales como hoy se le conocen.
No
comulgo con ellos, pero siempre reconoceré que son necesarios los partidos de
una mano y de otra para el bien de cualquier país. En la diversidad de ideas y
el respeto a ellas está sin duda la riqueza de la democracia y lo mejor para
los ciudadanos de un signo y de otro. Por eso, arreglénlo. Por el bien de España, como ustedes defienden.
Sigan
disfrutando, no se amarguen y, aunque está empezando el invierno en serio, no
olviden la sonrisa.
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