Los obispos se han lanzado nuevamente a despotricar contra
todo lo que ellos consideran que es una aberración para el ser humano. No se
callan ni aunque los maten. Pero aquí en España no me extraña que pasen estas
cosas. La Conferencia Episcopal, con el beneplácito de la Santa Sede, manda la
de Dios es Cristo y nuestro gobierno, este y los anteriores, dicen amén. A
veces lo pronuncian alto y claro, como el de ahora que se pliega incluso en
temas sociales a los altos cargos eclesiásticos, elegidos porque sí, para
contentarlos y no tenerlos en las calles; en otras ocasiones, por lo bajini,
para que los ciudadanos no lo oigamos ni nos enteremos mucho y, aunque en
determinados temas los cabreasen un poco, en términos económicos permitiéndoles
que hiciesen lo que les diese la gana. Tanta sumisión llega a ser despreciable.
No oiréis a ninguno de estos prelados en sus cartas
pastorales criticar los recortes en determinadas áreas ministeriales que claman
al cielo, ni decir una sola palabra sobre los ejemplos que dieron los miembros
de la familia real a lo largo sobre todo de estos últimos años, o de los políticos
y sus corrupciones, ni decir una palabra más alta que otra sobre los bancos y
sus estafas de preferentes, sobre las hipotecas, etc. Si les preguntáramos por estos temas, seguro
que nos contestarían que eso no les conciernen. Como debe de ser, igual que los
otros contra los que desbarran sin piedad manipulando a una parte de la
sociedad que aún considera que son los descendientes de los apóstoles. No son
asunto suyo y en determinados temas son los menos capacitados para hablar.
¿Cómo se atreven a protestar ante el aborto, ante el divorcio, ante los
matrimonios homosexuales, etc cuando lo único que conocen es su propia “castidad”
y “celibato” y por lo tanto el desconocimiento más absoluto en asuntos así? De
nada sirve intentar explicar que ellos entienden de esos asuntos. Hay que
vivirlos para poder actuar con conocimiento de causa. Y no me vengan con la
doctrina de Jesús. Esa hace cientos de años que se la pasaron entre las
piernas. Ahora los gerifaltes de la Iglesia creen en otras cosas. Las mismas
que en siglos pasados: el poder y la riqueza. Si sus antecesores, aquellos que
dejaron todo para seguir a Jesús, levantaran la cabeza… los iban a correr a
gorrazos hasta los confines del mundo.
Decía John Milton, creo que allá por el s. XVII, que "la Iglesia es la única organización
espiritual capaz de oponerse al progreso de la ciencia y de la civilización
moderna, oposición que, por lo demás, es para ella cuestión de vida o
muerte". Y en ello siguen. No obstante, no por mucho machacar siempre sobre las mismas cosas han de tener razón. ¡Ah, pero lo de explicar todos sus ingresos y gastos, eso ni se toca!Disfruten del fin de semana y acuérdense de sonreír, que de momento todavía es gratis.
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