Y sigo de cifras y números.
A los sanitarios de hospitales y personal
que realiza su trabajo en esas instalaciones, desde hace tiempo, ya se le ha
asignado un número, que crece día a día, de contagiados y fallecidos. Igual, a
los farmacéuticos. Otro tanto, con fuerzas de seguridad. Más de lo mismo, con
personal de las residencias de mayores. Ídem, con los trabajadores de
ambulancias. Periodistas, artistas, escritores, científicos,… Ahora también lo
piden los sindicatos para el personal de transporte.
Hay números para todo y para todos los
gustos.
¡Ah, que no!-me dice la vocecita esa que me
sulfura de vez en cuando desde dentro de mi cabeza hueca.
Pues no.
Desde el primer día que comenzó la pandemia,
que no desde el primer momento en que se decretó el estado de alarma, hay otros
trabajadores a los que nadie contabilizó. No sé si habrá intereses ocultos, cosa
rara in extremis, o simplemente no tienen la categoría de los demás a los que
sí se les tiene en cuenta día tras día para tan aciago recuento.
Me refiero al personal que trabaja en los
tiendas de alimentación, desde la más pequeña hasta la mayor gran superficie
que se haya mantenido abierta desde marzo.
Estos trabajadores, hasta hace bien poco en
comparación con otros, no es que dispusiesen de poco material preventivo, es
que carecía de medidas para evitar contagios, a excepción hecha de los manidos
avisos de respetar la distancia correcta y lavar las manos. No fue, como norma
general, hasta hace unos quince días, o menos, cuando se les empezó a proveer
de material adecuado escaso para evitar contagiar y ser contagiados. Si antes podían
o tenían modo de conseguirlo por su propia cuenta, muy bien; pero si no… Y a
pesar de ello, en estas tiendas la gente entró y entra sin protección si así
les parece, y tocan, se acercan, se cruzan, estornudan, charlan, se rozan, etc.
con los trabajadores de la manera que mejor les parece, inconsciente o temerariamente, pero con el consiguiente
riesgo para la salud de unos y otros. Y los trabajadores a callar, qué remedio.
No se van a poner a dar voces o reñir a los clientes. ¿Que ven cómo
determinadas personas, y no pocas, no una o dos, van cinco, seis veces a la tienda a comprar cada vez una chuminada
con tal de salir? Pues poner mala cara es la único que pueden hacer, y eso si
no les dicen nada en la empresa. Y a lo mejor, tal vez, quién sabe si para que
además los critiquen o los pongan a parir. ¿Qué por qué se comportan algunos de
manera tan fresca? Porque nadie controla a esos imbéciles. Y los trabajadores a
aguantar y soportar en muchas ocasiones las salidas de tono de muchos de ellos.
Las colas a la entrada de las superficies, aunque en la tele nos pongan los que
convienen para enseñarnos lo correcta que es la gente, la mayoría de las veces
no existen, al menos en ciertos
establecimientos de ciertas empresas. La capacidad máxima, el aforo, que
debería mantenerse en esta situación se la saltan a la torera. “Ay, qué se me olvidaba esto, Ay, que me
dejaba aquello, etc.”, y la gente se sigue cruzando y saltándose las normas
mientras que los trabajadores soportan en ocasiones lo indecible. Cuando oigo
cómo nos adulan con la responsabilidad que mostramos, me río, ya lo escribí en
otras ocasiones. Hay gente que de esto nada, y hay gente que sigue haciéndolo
porque le da la gana, porque a ver quién se cree que es el gobierno, o la
Guardia Civil o la Policía, o que ellos son muy “gallos” y hacen lo que les
sale de los…. Y sí, son media docena, pero esos son capaces de extender la
enfermedad de forma exponencialmente grande como todos sabemos. Y esos se
consideran y están por encima del bien y del mal. ¿Por qué? Porque se les
permite. Que ya no me creo lo de que las fuerzas del orden no saben quién lo
hace habitualmente, más en pueblos o villas pequeñas. Aunque estarán cansados
de sancionar y encontrarse con los mismos mangantes al día siguiente de frente,
como si nada. O sea, que me parecería lógico que funcionaran así, pasando.
Total para las consecuencias que se van a derivar de su vigilancia.
Pues bien, toda esta gente que nos atendió
en las distintas secciones, colocando en las estanterías o cobrando en cajas no
existen para los números oficiales. Me encantaría que los sindicatos, las
secciones de alimentación, se ocuparan para poner en valor el trabajo de esta
gente. Que hicieran los cálculos necesarios para saber cuántos de ellos han
sido contagiados y cuántos han fallecido.
Pero no. ¿Esta sección en concreto de
alimentación? Bah, están liberados…de todo, hasta de velar por sus afiliados o
conseguir que estas profesiones se dignifiquen en este caos como se merece. Por
lo que se ve, también están en cuarentena…para lo que les interesa.
Solo cuentan determinadas profesiones,
aquellas que interesa que la gente valore. O aquellas cuyos profesionales
tienen suficiente coraje para plantarse y decir que también ellos están ahí, al
pie del cañón. Y para eso están trabajando sus agrupaciones, sus colegios oficiales
para que el mundo crea que sin ellos no viviríamos.
Y sí es de reconocer quiénes están más
expuestos al covid19, pero también hay que reconocer el trabajo de todos los
demás profesionales en estos momentos tan difíciles.
Me gustaría que los trabajadores de
alimentación se pusieran en huelga motu proprio, todos, una semana. ¿Quién nos
vería?
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