lunes, 27 de abril de 2020

NIÑOS A LA CALLE, Y ACOMPAÑANTES...¿A DÓNDE?


Y por fin han podido salir los niños a la calle. Ayer fue un día movidito para ellos. Me encantó verlos en las imágenes de tv corriendo, en bici, saltando en los charcos, en la arena. Su cara de felicidad era un verdadero soplo de aire fresco en esta situación en la que nos vemos. Muchos hubo que se resistieron a salir, pero es cuestión de un par de días.  Enseguida estarán también tirando del brazo a sus padres para que los saquen a disfrutar una hora de aire limpio, a estirar las piernas caminando y brincando, a dar unas pedaladas en su bici o cuatro impulsos con sus pies al patinete, o simplemente a pasear cogidos de la mano de sus progenitores mientras disfrutan de esa libertad controlada que les han dado. Por fin, ya era hora- pensarán muchos de ellos después de estas seis semanas.
Claro que no todo son flores. Cuando los representantes del gobierno anunciaron estas medidas muy ufanos, presumían con auténtico orgullo de la sensatez y la responsabilidad de los padres para que las normas se cumpliesen. ¡O eran unos ilusos o eran tontos quienes lo anunciaron! ¿Pero acaso no tuvieron más de cuarenta días para darse cuenta de que miles de españoles se saltaban las normas por la entrepierna? Y así fue.
Ayer pudimos asistir atónitos al triste y lamentable espectáculo que dieron las familias de esos niños al sacarlos a la calle. Cada vez que una cadena de tv, la que fuese y a cualquier hora, conectaba en directo con uno de sus enviados a una ciudad española, podíamos ver con claridad tres o cuatro conductas insolidarias- por decirlo suave: padre y madre con un hijo, corrillos de gente, partidos de fútbol, personas que paseaban a su aire, solos, jóvenes que aparentaban entre 14 y 17 años, aglomeraciones de gente sin mantener la distancia, etc; incluso a una madre, a la que la periodista le recordó que solo podía salir una persona con los niños y ella iba con su marido, tuvo la desfachatez de contestar que era una medida estúpida, igual que el estado de alarma.
Ante las imágenes que demostraban la falta de civismo de sus conciudadanos, muchos alcaldes ya se apresuraron a avisar o a cerrar zonas que habían abierto para el paseo y notificar a sus vecinos que a partir de hoy comenzarían las sanciones (aunque luego no valieren para nada, pero es igual). Y por más que intentaron explicar que eran unos pocos, que la mayoría se había comportado con respeto a las normas, aunque así fuese, lo visto en esas imágenes (una vale más que mil palabras), evidencia que los niños tal vez mereciesen salir, pero los adultos, por más padres y madres que sean, están muchos de ellos para atar a un pesebre y no soltarlos hasta fin de año.
Decía hace unos días que solo hay dos razones para que los españoles, la gran mayoría, cumplamos con las medidas establecidas: una el miedo a contagiarse a sí mismo, no a otros, y otra el miedo a las sanciones. Pues bien, en cuanto a la primera, cada vez tenemos menos temor y se nota en las conductas relajadas con que se está tomando ya todo el asunto del covid19, con más gente por fuera y más coches circulando; en cuanto a la segunda, a la vista de que no hay una seguridad fehaciente de que esas sanciones puedan llevarse a término, hace que pensemos que el papel de la multa pueda mejor usarse en el inodoro, con lo cual… ¿Y a mí qué?- pensarán.
Y sí, serán pocos. Pero pocos contagian a muchos y la cadena viral vuelve a tomar vida
Así que a seguir confiando en que se hallen medicinas para combatir el virus cuanto antes, porque a muchos de nuestros conciudadanos, como a la señora de la entrevista, todo les parece una estupidez y siguen campando a sus anchas.
Lo peor: que sigue consintiéndose.

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