Y por fin han podido salir los niños a la
calle. Ayer fue un día movidito para ellos. Me encantó verlos en las imágenes
de tv corriendo, en bici, saltando en los charcos, en la arena. Su cara de
felicidad era un verdadero soplo de aire fresco en esta situación en la que nos
vemos. Muchos hubo que se resistieron a salir, pero es cuestión de un par de
días. Enseguida estarán también tirando del
brazo a sus padres para que los saquen a disfrutar una hora de aire limpio, a
estirar las piernas caminando y brincando, a dar unas pedaladas en su bici o
cuatro impulsos con sus pies al patinete, o simplemente a pasear cogidos de la
mano de sus progenitores mientras disfrutan de esa libertad controlada que les
han dado. Por fin, ya era hora-
pensarán muchos de ellos después de estas seis semanas.
Claro que no todo son flores. Cuando los
representantes del gobierno anunciaron estas medidas muy ufanos, presumían con
auténtico orgullo de la sensatez y la responsabilidad de los padres para que
las normas se cumpliesen. ¡O eran unos ilusos o eran tontos quienes lo
anunciaron! ¿Pero acaso no tuvieron más de cuarenta días para darse cuenta de
que miles de españoles se saltaban las normas por la entrepierna? Y así fue.
Ayer pudimos asistir atónitos al triste y
lamentable espectáculo que dieron las familias de esos niños al sacarlos a la
calle. Cada vez que una cadena de tv, la que fuese y a cualquier hora,
conectaba en directo con uno de sus enviados a una ciudad española, podíamos
ver con claridad tres o cuatro conductas insolidarias- por decirlo suave:
padre y madre con un hijo, corrillos de gente, partidos de fútbol, personas que
paseaban a su aire, solos, jóvenes que aparentaban entre 14 y 17 años, aglomeraciones
de gente sin mantener la distancia, etc; incluso a una madre, a la que la periodista
le recordó que solo podía salir una persona con los niños y ella iba con su
marido, tuvo la desfachatez de contestar que era una medida estúpida, igual que
el estado de alarma.
Ante las imágenes que demostraban la falta
de civismo de sus conciudadanos, muchos alcaldes ya se apresuraron a avisar o a
cerrar zonas que habían abierto para el paseo y notificar a sus vecinos que a
partir de hoy comenzarían las sanciones (aunque luego no valieren para nada,
pero es igual). Y por más que intentaron explicar que eran unos pocos, que la
mayoría se había comportado con respeto a las normas, aunque así fuese, lo
visto en esas imágenes (una vale más que mil palabras), evidencia que los niños
tal vez mereciesen salir, pero los adultos, por más padres y madres que sean,
están muchos de ellos para atar a un pesebre y no soltarlos hasta fin de año.
Decía hace unos días que solo hay dos
razones para que los españoles, la gran mayoría, cumplamos con las medidas
establecidas: una el miedo a contagiarse a sí mismo, no a otros, y otra el
miedo a las sanciones. Pues bien, en cuanto a la primera, cada vez tenemos
menos temor y se nota en las conductas relajadas con que se está tomando ya
todo el asunto del covid19, con más gente por fuera y más coches circulando;
en cuanto a la segunda, a la vista de que no hay una seguridad fehaciente de
que esas sanciones puedan llevarse a término, hace que pensemos que el papel de
la multa pueda mejor usarse en el inodoro, con lo cual… ¿Y a mí qué?- pensarán.
Y sí, serán pocos. Pero pocos contagian a
muchos y la cadena viral vuelve a tomar vida
Así que a seguir confiando en que se hallen
medicinas para combatir el virus cuanto antes, porque a muchos de nuestros
conciudadanos, como a la señora de la entrevista, todo les parece una estupidez
y siguen campando a sus anchas.
Lo peor: que sigue consintiéndose.
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