viernes, 10 de abril de 2020

VIERNES SANTO Y ALGO MÁS


Hoy es Viernes Santo. Una de las fechas religiosas más trascendentes de las creencias de millones de católicos. España es sin duda uno de los países donde más se celebra. Las procesiones de Semana Santa a lo largo y ancho de nuestra geografía se estarían sucediendo sin descanso si no fuese lo que es. El turismo era, aparte de la devoción de infinidad de personas, la principal razón por la que se celebran así. Pero este año, pum. Llegó un virus, pequeñito, pequeñito, y mandó a casa a aglomeraciones de gente grandes, grandes.
Además, llueve. Y llueve desde ayer por la noche con gracia, al menos aquí en Asturies. Seguro que, si hubiesen podido procesionar, no tendrían la prestancia de otros años con mejor tiempo, pero serían unos actos en los que intentaría participar la mayor parte de devotos creyentes, miles y miles de curiosos y turistas a mogollón haciendo fotos y vídeos como si les fuese la vida en ello. Una pena. Lo siento. Por la Semana Santa y porque llueve.
No obstante, con el covid19 alzando la voz todavía de forma infernal, al menos tenemos tiempo de sobra para seguir asistiendo, a otra clase de ellas, de procesiones, claro: a poco que empleemos unos minutos al día para ello, podemos pensar en todo tipo de procesiones que cada uno de nosotros llevamos por dentro. Algo es algo. Y positivo, si acertamos a pensar qué es lo más importante en la vida y cómo podemos cambiar, si fuese necesario. Un buen examen de conciencia.
Ya sé que siempre hay excepciones, más de las que nos gustaría, que hay ciertos personajes que nunca estarán contentos porque en su interior solo prima la avaricia y el egoísmo, el ansia de dinero y de poder, y por ello están dispuestos a cualquier cosa con tal de proveerse de más cantidad: para ellos, ser positivo es bailar sobre las miserias de los demás, mientras casi ordenan que debemos darles las gracias postrándonos de hinojos por echarnos unas migajas. Otra pena. Y esto es así. E impedirlo sería el caos, por desgracia, para la sociedad donde esto ocurre. Pero todos sabemos quiénes son: pobres de espíritu que a veces vemos presumir de los golpes que se dan  en el pecho detrás de una imagen de cualquier cofradía, golpecitos, eh, no vayan arrugar la ropa y salgan mal en la foto. Son siempre los mismos, los que se quejan de su ruina actual mientras esconden el dinero obtenido antes en cajas fuertes inexpugnables.
¡Y que aún tengamos que soportar tanto fariseísmo, tantos Caifás!
Dan ganas de renunciar a ser un humano y convertirse en otro covid, pero no 19, sino 1000. ¡Ya me encargaría yo de saber a quién contagiar! ¡Iban a saber lo que es bueno!


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