Como
tantas y tantas veces, hoy me he parado ante una pared, en la calle Cimavilla,
a echar un vistazo a las esquelas. Eran las mismas de ayer, o sea, que no me
detuve mucho tiempo. No conocía a ninguno de los fallecidos, así que no tendría
que desplazarme hasta el tanatorio a dar el pésame, un hecho que me molesta a
más no poder puesto que considero que muchas veces dicho acto se convierte en
algo deshonesto, al mismo tiempo que sirve para realizar panegíricos del
muerto, aunque durante toda su vida haya sido un perfecto canalla. No siempre
es así, pero tener que acudir a estos lugares a decirle a alguien que lo
sientes, que lo acompañas en el sentimiento u otros términos semejantes no creo
que sea lo más adecuado. ¿Cómo lo vas a sentir si, acaso, ni siquiera conocías
al difunto? A lo mejor, como mucho, podrías en ocasiones relacionarte por
amistad, porque sea un conocido de trato habitual o simplemente una persona a
la que te sientes obligado a compadecer. Ni siquiera, quizás, eres consciente
de todos los familiares del finado. Vas por una persona o dos y amén. Y eso te
da derecho a susurrarle que lo sientes. ¡Anda ya! Lo más fácil es que ni fu ni
fa. Cuántas veces estoy seguro de habérselo dicho a alguien a quien el difunto
no podría ni ver, o al revés. Pero esa norma social, en tantas ocasiones
hipócrita, te obliga a acercarte por allí para que te vean, o nada más para
firmar o echar una tarjeta por la que reconozcan que has tenido el detalle de
pasar por el velatorio, por ese edificio que en algunos países de América
Latina conocen como casa funeraria, tal vez porque haya que poner una cara
fúnebre independientemente de los sentimientos que cada uno albergue.
Pues
bien, una vez me separé de la pared y continué de camino a casa, no pude dejar
de preguntarme, como en tantas otras ocasiones, quién leería mi esquela, qué
dirían de mí, aunque me importaría poco como es obvio, quiénes estarían en
ella, cuál sería la fecha de mi óbito, dónde, a qué hora sería el entierro o la
exhumación, yo qué sé. Incluso, a la vista de algún comentario guasón con
alguien ante una esquela de alguien conocido o desconocido sobre el hecho de
que no estaba la nuestra, un tipo de humor un tanto macabro pero quiero creer
saludable ya que nada es mejor que saber reírse de uno mismo, no pude dejar de
pensar en algo que jamás podrá realizar ningún ser vivo y que por lo tanto
también me estará vedado, aunque me gustaría estar equivocado: ¿Leería mi
propia esquela? Es que si no, ¡jolín, qué faena! Bueno, la verdad, es que no
tengo prisa ninguna.
Hala, sean felices y no pierdan la sonrisa.
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