domingo, 4 de abril de 2010

FELISA (Capítulo 11)

(Del baño del lobo)
-En el capítulo anterior, es decir, el 10, para quien no lo haya pillado aún, el asunto estaba así:
-la abuela bañaba al lobo-con esto queda suficientmente explicado, creo, el tema principal del capítulo anterior, pero por si acaso lo completo:
-las mentes calenturientas a saber qué pensaban.
Sigamos.
El caso es que los extremos de las extremidades superiores de la abuela (para acabar pronto y eliminar cualquier duda, las manos) se deslizaron lenta, lentísima, lentísimamente (¡de qué fuerza de voluntad tuvo que echar mano para evitar que se desplazaran a izquierda o derecha, madre mía!) hasta que llegaron a los pies del lobo. Los tenía destrozados de tanto caminar por un monte que estaba totalmente abandonado por la Administración.
(El medio ambiente era un tema que aún estaba en pañales, todo andaba manga por hombro, y las obras públicas se retrasaban debido a la falta de acuerdo entre el señor y el contratista sobre todo en el tema de las comisiones. Acordaos de que el puente del río aún estaba sin arreglar y de los apuros de la niña para llegar con la comida hasta su dulce abuelita, lara, lara, larita. Como los señores del castillo pasaban del tema, pues ellos cruzaban a caballo y conocían el vado, les daba igual el estado en que se hallara)
Hacía muchos años que -dedicadas casi exclusivamente durante los últimos tiempos a vigilar a los cazadores furtivos que estaban acabando con la población de zorros, especie ésta muy solicitada por la clase noble del país para sus cacerías- ninguna patrulla forestal había limpiado los caminos de zarzas, ortigas, helechos, tojos, etc., que crecían a un ritmo frenético debido a que los últimos meses, los más lluviosos de la década, habían hecho de aquelos parajes silvestres una maraña por la que era casi imposible pasear, una verdadera selva virgen. (El adjetivo no tiene ninguna finalidad escabrosa, por Dios, por favor, tened piedad, no os paséis).
Es decir, comentaba antes, el lobo tenía las patas normales y el monte era un monte como es debido.
Y en la bañera, bien es verdad que en su recorrido aquellas arrugadas manitas... (en diminutivo para quedar bien, pero en realidad parecían los guantes de cocina de la Ogra Gigante del Zoo del Rey, cazada con un lazo ilegal en los montes de Tenmiedo, que llevaba varios días encerrada bajo llave, totalmente salida después de enterarse de lo de Paca, Tola y Furacu, para evitar su monta y posible reproducción antes de la llegada del Ogro de Ojos Rasgados que se hallaba en camino.- Y es que en el castillo había cada virulillas, de esos que no le hacen ascos a nada, que daba pavor pensar en lo que discurrirían con el pobre animal -¿con la pobre animala para que Aido no se enfade?-
La Ogra Gigante, parienta lejana de la estrámbotica y rarísima Yeta del Tíbet (en femenino, eh, "Yeta, no Yeti", que me riñe la ministra de Igual-dá so que arre), lo estaba pasando muy mal y se sentía la hembra más desdichada del mundo, pues su corazón pertenecía al juglar del castillo vecino y, en cambio, la iban a obligar a cohabitar y algo más con aquel desconocido. Pero ésta es otra historia.
Ya estuve otra vez dando vueltas.
...Decía que aquellas manitas tuvieron que pasar muy cerca de determinados lugares de cuyo nombre no quiero acordarme, y no os parezca mal, que a Cervantes también se le olvidó de donde era D. Quijote y nadie dice nada. (Y no es que yo quiera compararme con él, Dios me libre, ni se me pasa por la cabeza, pero lo que está escrito, ahí está y es irrefutable, a no ser que un juez diga lo contrario, que también puede pasar.¡Buenos son ellos ! ¡Pobre Manco de Lepanto! Sólo faltaría además que algún erudito con ganas de marcha quisiera que su nombre saltara a la palestra y saliese afirmando que, después de sesudas investigaciones, aquel hecho de no acordarse de los nombres demostraba sin lugar a dudas que Cervantes, cuando escribió su novela, había comenzado a dar síntomas de senilidad o de Alzheimer, y por eso en su capítulo tal y en su capítulo cual sucedía tal y cual cosa, y que... Lo demás no lo contaría de buenas a primeras, porque esperaría a vender la exclusiva al mejor postor y luego iría de plató en plató soltando todo tipo de imbecilidades razonadas, a cual mayor y más estúpida, para asegurarse un futuro en las tertulias televisivas y, incluso, podría participar invitado- cobrando su buena pasta- en programas culturales de alto nivel del tipo de Mira quien baila o Gran Hermano. ¡Y es que hay tantos en las teles que es literalmente imposible listarlos!
Pero bueno, no sé a qué viene esta parrafada que nada tiene que ver con el cuento. Perdonen ustedes... y vuelvan mañana porque el capítulo llegó a su fin.
Un saludo, disfruten del domingo y sean felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario