sábado, 17 de abril de 2010

FELISA (Capítulo 17)

(De cómo Felisa se fue al agua)
Resulta que Felisa prefería al padre. La nutria se quedó un tanto sorprendida, pero...
-Claro, que sí, prefiero estar con mi padre- aclaró la pequeña, no tan pequeña-. Él, en cuanto trabaja un poco por la mañana o a media tarde, que es cuando dedica algo de tiempo a ello, dice que total, para que lo coman los señores, que ya hizo bastante; y luego se va a la taberna. A mí me lleva con él, para que mi madre no se entere, y, como yo no pinto nada dentro del bar, me quedo afuera con mis amigos jugando y charlando hasta que tornamos para casa , donde nos espera mamá con al comida o la cena preparada.
¡Ay, pillina, te pillé! Tanto tienes, tanto vales, o lo que es lo mismo, ¿quién cambiaría tres o cuatro horas de asueto por tres o cuatro horas con los libros delante de las narices para estudiar o haciendo deberes? Nadie. Así de claro. ¡¡¡NA-DIE!!! Y si no, podéis hacer una encuesta entre todos los estudiantes del mundo y profundizar en los resultados. En esta materia no creo que me equivoque, estoy seguro al cien por cien que Felisa es una niña de lo más normal.¡Viva la media jornada laboral paterna y el chigre de la esquina! ¡Olé, mi niña! ¡No sabe ella nada, eh!
-A esta cría le viene de familia- pensaba la nutria-. Cuentan las malas y las buenas lenguas que su abuela,de pequeña y no tan de pequeña, siempre se arregló para hacer lo que más le convenía a su cuerpu estilizado y macareno, intentando no dar un palo al agua, y su nieta sigue los pasoa de su padre, digno sucesor de Shreek y de la abuela. No obstante, ésta, durante los últimos años, se ha vuelto más mala que Viriates. (Esta expresión, salida de la cabeza de la Srta. Fdez. del Río, no me fue explicada por ella, aunque bien es cierto que tampoco yo me preocupé de buscar o indagar sobre su significado; supongo que, por la manera de pensarlo y el gesto que hizo con la cara, hablaba de alguien malo, malísimo, supermalísimo.)
En el preciso momento de acabar con Viriates, la nutria divisó unos metros arriba un tronco que bajaba a gran velocidad en dirección a ellos. En seguida, acostumbrada a regatear y perseguir truchas -en otros ríos de aguas cristalinas, porque en el de la Purquiría, ya me contaçreis qué iba a haber- y anguilas, viró con cierta brusquedad para evitarlo. Pero Felisa (como cualquier cursi tontita sin un ápice de sentido común, viendo que su situación no era la mejor para ir pensando en otras cosas) iba tan tranquila, despreocupada, soñando con los pajaritos huevones y las mariposas metamorfoseadas, los mosquitos trompeteros de toda clase y las florecillas de uno o más colores, con cualquier pamplina o cosita insignificante, con una guerra nuclear o una pandemia de sarampión XYZ- la seriedad para estas personas no existe- y no tuvo tiempo ni a exclamar un ¡Socorro, socorro, ayudadme!, ni tan siquiera un ¡Auxilio, auxilio, que estoy aquí!.
Se fue al agua de cabeza con todo el equipo, menos la cesta que siguió milagrosamente balanceándose sobre el lomo de la Srta. Fdez. del Río, pero sin mojarse ni uno solo de sus mimbres.
Así fue que la nutria ni se enteró y siguió su camino, con la tranquilidad que dan esta clase de situaciones en una especie tal, aunque no sin pensar por una milésima de segundo que la niña, para alguien tan fuerte y musculosa como ella, no era más que una carga liviana a la que sería capaz de transportar sin el menor esfuerzo hasta el fin del mundo, o lo que para ella era su Finisterre particular, que quedaba unos tres quilómetros río arriba, dos y medio río abajo, quinientos dos metros más allá de la orilla que dejaran atrás y otros cuatrocientos setenta y ocho de la que estaba a punto de hollar.
Bueno, queridos y queridas, hasta aquí el 17. Pero hoy mismo, por la tarde, me pongo con el 18.
Mientras, disfrutad de este sábado primaveral y pasadlo en grande.

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